El insomne
Hay muchas personas que tienen dificultad para dormir y otras que la tienen para estar despiertos, que es peor. No le afligen ninguna de las dos cosas al juez Baltasar Garzón, que es el juez por antonomasia, el único, el arquetípico, el que trabaja por todos y sobre todo por él. No me extrañaría que en los ratos en los que no esté haciendo declaraciones esté haciendo un libro, que muy bien podría titularse Mi ego y yo.
Actualizado:Ignoro cuáles son los componentes de la alta judicatura, pero sospecho que si don Baltasar falleciera, cosa que de ningún modo deseo que ocurra bruscamente, caería sobre el resto de sus colegas un trabajo tremendo. Algunos se verían obligados a pedir la excedencia si les cayera encima lo que él solo lleva por delante. Está tan ocupado que nos preocupa a todos, incluso al presidente del Gobierno, que le acaba de recomendar sosiego, como hacía Felipe II con los embajadores, si bien de una manera indirecta. «El franquismo está absolutamente juzgado por la historia», ha dicho. Una sensata consideración, que además puede impedir que todos perdamos el juicio, incluso los que somos inocentes de lo mal que se llevaban nuestros mayores.
Los muertos no se tocan, nene, tituló un libro mi inolvidable Rafael Azcona en aquella remota época en la que se nos hacía tarde a los dos en el Café Varela. Hay que tocarlos hasta que estén en su sitio, pero quizá no sea conveniente manosearlos, ni convertirlos en armas arrojadizas. Lo que no es bueno es andar a muertazo limpio, me parece.
Antes que al admirable maratoniano señor Garzón le llegue la hora de descansar en paz, debe concedernos un turno en vida a sus compatriotas. Estamos muy preocupados con la caída del consumo y con la falta de crédito. La crisis global ha pinchado el globo financiero, que era de vistosos colores, pero estaba lleno de nada.