Un viandante pasea cerca de la Bolsa de Nueva York. / EFE
Economia

Caos en Wall Street

'Traders' y 'traineers' controlan las entrañas del epicentro financiero, la segunda industria de Nueva York tras el turismo

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Una muchedumbre toma las escaleras del Museo Federal Hall en Wall Street, tal como ocurrió en el crack de 1929. No han perdido sus ahorros, más bien están aquí para gastárselos. Los turistas han convertido el distrito financiero de Nueva York en una parada entre el solar del World Trade Center y el Battery Park, punto de salida de los transbordadores que conducen a la Estatua de la Libertad. Lo que no es tan habitual es la presencia de decenas de emisoras de televisión, con reporteros que cazan al vuelo a ejecutivos para preguntarles por la crisis. De fondo de sus retransmisiones, una gigantesca bandera americana cubre la fachada de la Bolsa de Valores, ostentosa imitación de un templo romano.

Wall Street es una calle umbría y caótica, a semejanza de la actual economía estadounidense. Además de Policía, prensa y Ejército, un batallón de obreros armado de martillos neumáticos la destripa ajeno a las convulsiones financieras. Hay un concesionario de BMW y una sucursal de Tiffany's donde hasta hace no mucho abrían dos bancos. Riadas de empleados llegan del ferry que les trae de sus domicilios en Queens y Brooklyn. Los que ocupan los despachos en las últimas plantas, los masters del universo, aterrizan en helicóptero-taxi junto al muelle.

'Morning call'

Entran a trabajar a las seis y media de la mañana. El mercado abre a las nueve y cuarto, pero primero hay que hablar con los operadores de Londres y Tokio. «Es el morning call, antes del research y la lectura de la prensa especializada», explica Pam, que nos introduce en la jerga. Los recién salidos de la universidad, los becarios, son los traineers. Ninguno mete menos de diez horas. Los traders operan en el mercado y dan las órdenes de compra y venta. Hay analistas que pueden irse a casa a las cinco. Todos devoran un sandwich en su mesa o se compran un perrito en los carritos que pueblan las esquinas del distrito financiero. Se sientan en los bancos del parque Old Slip, encorbados sobre sus blackberrys.

La jornada concluirá en los gimnasios de la misma calle, el Equinox y el New York Sports Club, abiertos las 24 horas. Cada cinta de correr y cada bicicleta estática cuenta con una pantalla de televisión para seguir el canal Bloomberg. Sudan sin perder de vista las cotizaciones. Pam recuerda que, tras el turismo, Wall Street es la industria más importante de Nueva York. El término no sólo se refiere a la calle o al edificio de la Bolsa, la Stock Exchange. «Wall Street engloba a un grupo de instituciones financieras que muchas veces ni siquiera están en Nueva York. Si yo tuviera 20 millones de dólares para cotizar en Bolsa, también sería Wall Street».

Aquí, los colonos holandeses construyeron en el siglo XVII una barrera de madera para proteger Nueva Ámsterdam de los indios y los británicos. Aunque la muralla desapareció, el nombre de la calle sigue recordándola. «Esta es la parte más vieja de la ciudad, por eso las calles son tan estrechas y esquinadas», observa Amy, otra empleada de una firma de inversiones que, al igual que Pam, prefiere que no aparezca el nombre de su empresa: «No estoy autorizada a hablar con la prensa». Quienes sí tienen ganas de hablar son los manifestantes que corean juegos de palabras: «¿Dinero para Main Street (la calle Mayor) y no para Wall Street!» y «¿Jaim them, not bail them!» (¿Encarceladlos, no les deis fianza!). Bajo la estatua de George Washington, un oficinista de gesto serio porta un cartel pidiendo que el 'bailout', la fianza de 700.000 dólares con la que el Gobierno pretendía reactivar la economía, se lo den a él. Es un actor cómico que consigue unos dólares riéndose de una catástrofe nacional. Mundial.

La mejor metáfora de Wall Street es esa zanja que se asemeja a una operación quirúrgica para sanarla. Uno de los obreros, Carlos, no entiende de bailouts ni de stocks exchange. «Sé que ahí dentro hay problemas y que nos pueden afectar a todos, pero ya veremos lo que ocurre. Llegué hace doce años de El Salvador y mis seis hermanos vinieron después. Estoy legal, con permiso de trabajo. Y tengo una hija de ocho años que es americanita. Sólo le doy las gracias a este país que me ha permitido una vida mejor».

La crisis ha afectado hasta a la propia fisonomía de la calle. Muchas empresas cambiaron su sede tras el 11-S. Las oficinas dan paso a apartamentos con alquileres más económicos que en otras zonas de la ciudad. Sin ir más lejos, en el Lower East Side, que hasta hace poco parecían las Malas calles de Scorsese, Idoia, una española que vive desde hace ocho años en Nueva York, paga 2.200 dólares al mes «por un cuchitril con cucarachas». En los bajos, galerías de arte y bares de copas para modernos. El mercado de alquiler y compra de viviendas lleva meses parado, por eso en Wall Street se pueden conseguir pisos por 2.000 dólares, con el inconveniente de sortear los controles policiales en la puerta cada vez que vuelves a casa.