Lewis Hamilton no falla en Shanghai y ya acaricia el título mundial
Massa acabó segundo y, a siete puntos del inglés, se jugará su última carta en el Gran Premio de Brasil El asturiano Fernando Alonso lo intentó y rozó el podio; sólo fue superado por McLaren y Ferrari
Actualizado: GuardarMantuvo el mentón y la guardia alta de chico duro en todo momento. En la salida, cuando todas las lupas curioseaban en busca de su ataque de nervios. En la curva con forma de caracol, donde ni Raikkonen ni Massa se aproximaron a su alerón. En la entrada a los garajes, previo paso por la trampa de gravilla de infausto recuerdo para él. En el turno del pesaje y las felicitaciones con la victoria en la mano... Y sólo se emocionó de verdad, henchido de patriotismo, cuando por los altavoces de Shanghai afloró el «God save the Queen» (Dios salve a la Reina), el himno británico de autor desconocido que versionaron los Sex Pistols. Sólo ahí Lewis Hamilton aflojó, grapado medio título de Fórmula 1 en su antebrazo. Papá Hamilton ahuyentó los malos recuerdos cuando su hijo bajó del coche, colocó el volante en la preceptiva rendija y levantó los brazos con suavidad, sin la estridencia que suele acompañar al piloto de McLaren en su empeño por ser el número uno. Lo tiene ahí, como el año pasado, a una corta ráfaga para su templanza. Será campeón si queda quinto en Brasil.
Rearme moral
Todo lo que hizo Hamilton ayer en Shanghai supuso un rearme moral. Por muy material que parezca la Fórmula 1, por muy marcianos que parezcan sus inquilinos, por mucho que la tecnología imponga su lógica cuántica, el inglés tenía una deuda pendiente consigo mismo: demostrarse que era superior a la presión. La tarde china transcurrió por el carril del inglés desde que alisó la parte central de la pista en la salida. No hubo cortocircuito. Tapó a Raikkonen y Massa, llegó primero a la confluencia con la tensión y negoció el giro sin enemigos a la vista. Nada por aquí, nada por allá... Hamilton dijo hasta luego, Lucas.
En la tercera vuelta ya había transportado lejos a Raikkonen (dos segundos) y mucho más a su escudero perseguidor, Massa (cuatro). Sólo podían perder él o la manguera. Ferrari se jugó a una carta la etapa. Ambos pilotos montaron neumáticos blandos (más deslizantes para la salida), pero Hamilton no concedió un respiro en la pelota de set.
Amparado en un motor que lleva dos años sin fallar (sólo rompió Kovalainen el pasado fin de semana en Japón), Hamilton condujo sin réplica, de principio a fin, subido en la ola.
Resuelto el tema de la salida, quedaba por saber si Massa daría la talla. No dijo nada el brasileño. Ni fú ni fá. No pudo con el ritmo de Hamilton y tampoco con el de Raikkonen. Superada la mitad de la carrera, estaba por ver cómo propiciaría Ferrari el adelantamiento. El finlandés perdió unos segundos en el repostaje, otros más en unas vueltas sospechosamente lentas y sucumbió a la disciplina de grupo. Massa le pasó lánguido, obediente, insípido, a siete vueltas del final. De esta manera rescató dos puntos por ser vos quien sois y conserva alguna esperanza de alzarse con el título en su Sao Paulo natal.
Cada vez más cerca de sus objetivos, Fernando Alonso presenció la escena desde el siguiente escalón. Salió y acabó cuarto después de defender su posición con coraje frente a Kovalainen y rodó en una distancia muy razonable con los McLaren y los Ferrari. En el tramo final y carente de otras expectativas, el asturiano amenazó la plaza de Raikkonen, sumido en la más profunda depresión. El finlandés no permitió la segunda humillación de la tarde y Alonso se quedó con un cuarto puesto que le supo a gloria. No quedan lejos aquellos sábados en los que tenía problemas para ingresar entre los quince mejores.