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ENMIENDAS AL PARADIGMA

Ya no interesa la doble vida

Qué fue de Second Life? Aunque al parecer aún existen erráticos excursionistas de un día que optan por acercarse a ese entorno virtual, e incluso residentes atrincherados que se niegan a abandonar un infositio nacido entre grandes expectativas allá por 2003, las crónicas que recogen las costumbres de los cibernautas dicen que las visitas a Second Life han descendido significativamente, lo que traduzco como que a la gente le basta e incluso le sobra con la vida real. Así pues, Second Life se desinfla como posibilidad virtual de rediseñar nuestra vida, esa vida concreta de la que cada cual está más o menos satisfecho y con la que cada uno hace más o menos lo que puede.

Jaime Pastor Rosado
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Hubo un momento en el que parecía que todos íbamos a trasladar nuestras biografías a Second Life. Allí podríamos tener nuestro doble, recrearnos, rehacernos, rediseñarnos. Era un juego en el que como premio se nos daba la posibilidad de ser como en realidad hubiésemos querido ser, y hacer lo que siempre habíamos soñado hacer. Pero resulta que ya Second Life apenas genera interés. Estaba cantado. Si «gestionar» la vida real, concreta, constituye una empresa de la que generalmente salimos con pérdidas, ¿a quién puede resultar atractiva la idea de dar vida a un doble yo del que responsabilizarse y al que dedicar una atención adicional, un cuidado suplementario, una preocupación añadida?

Imagino que Second Life debe ser ahora como un mundo de vidas a medio hacer. Tras la euforia fundacional, a los personajes que fueron creados allí les ha venido a ocurrir como a esas miríadas de páginas que, como molestos icebergs a la deriva, flotan en Internet sin nadie que se ocupe de su mantenimiento y actualización. Se me antoja Second Life como un paisaje poblado de zombis. Allí deben estar dando tumbos, como muertos vivientes, esos avatares creados por gente descontenta consigo misma, con la aspiración de mejorar el original. Posiblemente esté allí, descoyuntado, sin vida, el engendro inacabado del que quiso ser y no pudo. Vagando sin rumbo estará el doble de quien dejó de soñar con el paraíso en la Tierra y puso su confianza en las posibilidades del ciberespacio. Y habrá en Second Life seres incompletos, restos humanos reelaborados con intención de mejora. Estará allí la boca recompuesta del que pudo hablar y no lo hizo, por miedo. Los ojos rediseñados de quien sólo era capaz de mirar de soslayo a sus semejantes. La mano refundida, por su incapacidad para coger otra mano

Ocasionalmente surge de lo más hondo de nuestra naturaleza un impulso a ser distintos a como somos, una latente pulsión a vaciarnos de nosotros mismos, a experimentar transformaciones a la carta de ese yo que somos y no somos al mismo tiempo. Desde muy antiguo hemos tratado de responder a esta llamada ancestral mediante métodos que requerían autodisciplina, esfuerzo, constancia, paciencia Pero hoy nos falta todo eso y preferimos apuntalar nuestro yo con simples habilidades propicias al desempeño de tareas impuestas por el mercado de trabajo, que no tanto demanda personas sino operarios. De ahí el éxito inicial de utopías alucinógenas como Second Life, y de ahí el desencanto de ahora ante imposibles soluciones virtuales que buscan remendar persistentes y cotidianos desencantos reales.

Hay en nuestro mundo real y concreto suficiente necesidad de entusiasmo, de imaginación, de autenticidad, de esfuerzo, de entrega, como para no tener que ir a buscar mundos virtuales que terminan por decepcionarnos tanto o más que este. Ya lo dijo el poeta: «hay infinitos mundos, pero están aquí, en este, tan maltrecho y dejado de la mano».