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Hermanos de los de verdad

Con los hermanamientos entre ciudades una se hace la misma pregunta que con las diputaciones. ¿Para qué sirven? La respuesta es sencilla. Normalmente, para nada. Bueno sí, para gastar: en viajes, en sueldos, en asesores, en dietas y podríamos seguir con un largo etcétera. O mejor, pongamos otro paralelismo. Digamos que un hermanamiento entre dos ciudades funciona igual que la relación entre primos segundos: un día te encuentras por el paseo marítimo con ese pariente lejano y le preguntas por sus hijos, su madre y le deseas toda la salud del mundo, aprovechas para felicitarle la Navidad y los cumpleaños atrasados. Y la próxima vez que coincidas, finges un dolor agudo en la rodilla o que se te ha caído un pendiente para evitar el engorroso trámite de saludar y preguntar otra vez por todos los tíos y relacionados comunes. Así sucede con el hermanamiento. Viene el alcalde y dos o tres más de su séquito, se firma solemnemente el documento, se dan vigorosos apretones de manos, se toma los canapés y los refrescos aguados y cada uno a su casa.

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Pero en el último acta firmado por las alcaldesas de Cartagena de Indias y de Cádiz se intuyó que al menos no existe la intención de buscar un bonito marco de plata a ese documento y dejarlo en algún despacho. Judith Pinedo y Teófila Martínez parecieron entederse bien y como todo en esta vida tiene que ver con la química que hagan dos seres humanos, cabe esperar más cosas de este protocolo de buenas intenciones.

Es cierto que los ayuntamientos en Latinoamérica no tienen el mismo peso que en Europa (entre otras cosas porque no tienen el mismo presupuesto) pero también lo es que Cádiz necesita recuperar esa vía de entendimiento con América, porque esa fue la esencia de la ciudad. Tal vez esa amistad con ciudades americanas no se materialice en grandes inversiones (seguro que si de rentabilidad hablamos, mejor sería mirar hacia Finlandia) pero sí en intercambios culturales, sociales y por qué no, hasta comerciales. Y en una dosis de autoconfianza, que buena falta hace.