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El efímero ganador del debate
'Joe, el plomero', el ciudadano que hizo popular el último cara a cara electoral carece de título de fontanero y está inscrito como republicano
Actualizado: GuardarAquí nos recuerda a Gravesen, aquel estibador danés que repartía talento vestido con la camiseta del Real Madrid. Pero se trata de Joe, el plomero. Aunque al parecer tampoco. Es decir, su nombre es Joe, o sea Joseph, pero lo de su profesión es más discutible. Lo único irrefutable es que Samuel Joseph Wurzelbacher es el verdadero ganador del debate electoral entre John McCain y Barack Obama.
Este clásico ciudadano medio estadounidense, de clase trabajadora y supuestamente emprendedor, fue citado hasta en veintiséis ocasiones en el cara a cara de la Universidad Hofstra y ello le ha convertido, en el tramo en el que se ha bebido dos six-pack de cerveza frente a su televisor, en protagonista de la carrera hacia la Casa Blanca.
No hay informativo que no le haya llevado a sus titulares y los reporteros acampan desde la noche del miércoles frente a su casa de Holland, en el estado de Ohio para conseguir unas declaraciones cuando este robusto ingeniero de la estopa de 34 años sale cada mañana para desatascar cañerías, arreglar un grifo monomando o instalar un inodoro o una bañera.
Sin darse cuenta se ha visto metido en el centro del frenesí mediático, con periodistas mirando por las ventanas de su casa y su teléfono incandescente. Tiene varias páginas en Internet, incontables blogs y hasta un apartado en la enciclopedia Wikipedia, muy cerca de la dedicada a George Washington. Es ya la segunda w de EE UU.
La fama le llegó de sopetón, cuando jugaba al fútbol americano con su hijo en un parque de su localidad. Ese mismo lugar fue elegido por Obama para un acto electoral. El hojalatero, descontento por las preguntas poco incisivas que recibía el candidato demócrata, le preguntó sobre su programa fiscal, sobre un caso concreto. El suyo. «¿Es verdad que usted quiere subir los impuestos a las pequeñas empresas que ganen más de 250.000 dólares-185.000 euros?», preguntó. Y dio más explicaciones. «Es que quiero comprar la de mis jefes». Las cámaras de televisión recogieron su intervención y la difundieron. Su inquietud llegó hasta McCain y el fontanero se convirtió en el invitado fantasma del debate final de la campaña. «Cuando sea presidente yo haré que puedas hacerte con la empresa en la que trabajas porque mantendré los impuestos bajos», le aseguró el candidato republicano.
Y de allí a la fama, a un estrellato que pensaba iba a atraer clientes y dinero. Una celebridad nacional. «Estoy completamente atónito», confesaba. Como atónitos se quedaron ayer los reporteros que vieron cómo, a bordo de su vehículo y a toda velocidad, abandonó su hogar sin atenderles. ¿Por qué? Porque se han agotado sus quince minutos de fama. En el periódico de mañana no se volverá a leer sobre él, como también dejaron de aparecer las hockey mums, las madres del hockey que hizo famosas Sarah Palin.
El voto bisagra
El hombre que encarnaba a la médula del país, al voto bisagra que finalmente decide en las urnas, que McCain tomó como emblema del sueño americano a pesar de que no podía pronunciar correctamente su apellido, no era lo que parecía. The New York Times mostró ayer su verdadera cara. Carece de licencia para trabajar de fontanero porque ni siquiera ha seguido el curso técnico que exigen los sindicatos para ejercer el oficio de fontanero.Y sobre la independencia política que declaró se extiende asimismo la duda. Se sabe que ha participado en programas de televisión republicanos y hasta está registrado como votante del partido del elefante rojo en las primarias.