CUMBRE. Foto de familia de los jefes de Estado y Gobierno de los 27 países que conforman la Unión Europea. / EFE
Economia

Los líderes de la UE promueven la reforma del sistema financiero mundial

Sarkozy pide una reforma del FMI y medidas contra los especuladores bursátiles para prevenir nuevas caídas

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El Consejo Europeo convalidó ayer las decisiones adoptadas el pasado domingo en París por una reunión del Eurogrupo, que componen actualmente 16 países: los miembros del euro más Eslovaquia, que pasará a formar parte de la Unión Monetaria el próximo mes de enero.

A pesar de ser la de ayer una convocatoria habitual y reglada en los hábitos de la UE, la reunión de los líderes comunitarios en Bruselas tuvo mucho de atípica. Primero porque los 27 se reunían para dar el visto bueno a decisiones muy trascendentes tomadas «a dieciséis», lo que cuestiona el principio de unidad de acción comunitaria en este género de asuntos. Once socios comunitarios venían ayer a Bruselas a decidir lo que ya habían decidido otros por ellos.

Al mismo tiempo, la intervención masiva en los mercados acordada por las principales economías de la UE, (hasta 2,2 billones de euros en estos momentos), ha dado por tierra con todo planteamiento neoliberal de la economía comunitaria. El debate ahora y de los próximos meses es cómo dirigir esa intervención; el papel de las administraciones públicas en la dirección de la economía europea. Como por ensalmo, décadas de discusiones estériles entre liberales (Alemania y el Reino Unido, por ejemplo), e intervencionistas (Francia, sustancialmente), han desaparecido de la escena.

En tercer lugar porque si los acuerdos que se cerraban ayer databan del domingo pasado, está ya meridianamente claro que lo hecho hasta ahora no es suficiente: Gordon Brown y Angela Merkel desembarcaron ayer en Bruselas reclamando una reconsideración de los acuerdos de Bretton Woods (1944), que confieran nueva savia al Sistema Financiero Internacional

España, como reconocía el vicepresidente Solbes en rueda de prensa a últimas horas de la tarde, cree que el lugar adecuado para pactar las reformas del SFI es la Asamblea del FMI, aunque reconoce la utilidad de una aproximación previa de posturas en foros como el G-8 o el G-20.

Gordon Brown, apoyado por el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, consideraba ayer imprescindible una acción coordinada con Estados Unidos para supervisar el funcionamiento del sistema tras la crisis. Y Angela Merkel daba por hecho que la reunión del G-8 ampliado (con países como China, India o Brasil), tendrá lugar el mes que viene. «Tenemos que ser capaces de afrontar las crisis cuando se suscitan, de manera más coordinada», decía Brown, afianzando una línea de pensamiento que se está consolidando entre los líderes comunitarios.

Y Nicolas Sarkozy, quien ya postuló hace días por esa cumbre extraordinaria del G-8, incidía ayer en su ya larga batalla contra la especulación financiera, proponiendo los 27 algo que la UE no está, por sí sola, en condiciones de acordar: poner coto a todos los paraísos fiscales y áreas off shore del planeta, de modo que nada, ni siquiera los hedge funds, escape a la regulación. Su propuesta aparecía contemplada en el discurso que dirigió al Consejo Europeo.

Como telón de fondo de toda esta cacofonía, los plurales -y renovados- llamamientos a la ejecución de las reformas estructurales que la economía de los Estados miembros requieren, y que aparecen claramente identificados en la denominada Agenda de Lisboa.

En favor de Rusia

Para que no faltara nada, Berlusconi se descolgó ayer en la capital comunitaria declarando que Rusia tiene que formar parte de la Unión Europea, porque es un Estado «plenamente occidental».

Los nuevos socios comunitarios, que se han quedado al margen de las primeras decisiones del Eurogrupo, desembarcaron ayer en Bruselas dispuestos a cobrar pieza en el debate sobre el cambio climático. En un escrito hecho público ayer, los presidentes o primeros ministros de Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania y Eslovaquia exigen que las decisiones sobre los objetivos de lucha contra el cambio climático sean adoptadas por consenso, (no por mayoría cualificada), de manera que cada cual adapte sus ambiciones medioambientales a sus proyectos de desarrollo económico.

Polonia, incluso, amenazaba con vetar el acuerdo sobre biocarburantes, ahorro energético y renovables, haciendo gala de sus siempre levantiscas actitudes.