Ratas a peseta
En el largo sitio de Bilbao de 1874, durante la Segunda Guerra Carlista, la población llegó a pasar privaciones. Como sucede siempre, hubo tipos moralmente miserables que aprovecharon la calamidad colectiva para hacer negocios abusivos. Así, en el mercado negro, las ratas de cloaca llegaron a venderse a una peseta la unidad, que en aquel año de la legendaria invención del bacalao al pil-pil era una pasta.
Actualizado: GuardarEn tiempo de crisis se vende caro lo que era barato y se compra más barato lo que ya no era caro. En época de vacas gordas no se da la viceversa; ésa es la base del capitalismo, su pilar de sostenimiento y la expresión de su injusticia.
A propósito de las vacas. En un reciente chiste gráfico de El Roto publicado en El País, una vaca le dice a otra: «Como incentivo a la productividad me han ofrecido acciones del matadero». Cuánta inteligencia, lucidez y mala leche concentradas en el pequeño marco de una viñeta.
Hay dos clases de personas por el mundo. Las que cuando una muchedumbre sedienta les pide agua se la dan y las que cobran cien euros por botella. Sin duda abundan más las de la primera clase que las ratas de la segunda, pero el problema es que a éstas, las especuladoras de la miseria, aunque no sean muchas les aprovecha toda la basura que tragan, se ponen lustrosas y su poder económico, que es el auténtico poder del que dependen todos y todo lo demás -incluido el Estado, ya sea de hecho o de derecho-, manda y marca la pauta.
Por consecuencia, el agua, toda el agua, se venderá a cien euros la botella de litro y los que pretenden regalarla, si persisten en su provocadora y disolvente actitud, quedarán fuera de juego y si es preciso serán eliminados.
Ya se conocía el percal de la naturaleza humana el gran Honoré de Balzac cuando dice en su novela Papá Goriot -frase que en una traducción simplificada se suele adjudicar a Marx-: «El secreto de las grandes fortunas sin causa aparente es un crimen olvidado, porque ha sido cometido limpiamente».
Los despachos, cuanto más altos están mejor huelen y lucen impolutos. Las ratas de cuatro patas no se almacenan allí, son sólo un aséptico apunte contable. En fin. Toca comprar sus ratas de cloaca a peseta y sin demora, que mañana pueden estar a una cincuenta y para conseguirlas habrá que trabajar más horas por igual o inferior salario. Eso sí, para compensarnos nos abrirán la mente y algo más con los sofisticados placeres de la carne que otorga la sodomización pasiva.