CRÍTICA DE TV

Caciques

Usted se acordará de la gran polémica que levantó en su día la serie Física o química, un producto para la higiene cerebral de los adolescentes que emitía y ha seguido emitiendo Antena 3. La polémica consistía en que Física o química, cuyo relato se sitúa en un instituto de enseñanza media, presentaba situaciones, personajes y argumentos incompatibles con cualquier sentido elemental de la decencia; deformaba el carácter del estudiante medio y degradaba la función del profesor y de los padres de familia, de modo que el engendro terminó produciendo la reacción de profesores, padres y hasta estudiantes. Pese a las protestas, Antena 3 terminó de emitir la primera temporada sin rectificar lo más mínimo el planteamiento de la historia. Y no sólo eso, sino que encargó una segunda tanda. ¿Se moderaban los excesos en esta segunda temporada? No, en absoluto; incluso, en ciertos aspectos del relato, se exageraban. Todo esto ya lo sabrá usted a poco que haya seguido la actualidad televisiva. Adonde yo voy ahora es a la reflexión subsiguiente: ¿qué tiene en la cabeza un programador para reaccionar siempre de manera exactamente inversa a lo que pide el sentido común?

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Lamentablemente, creo que para el programador televisivo español de ahora mismo no hay nada más deseable que soliviantar las convicciones morales de la gente. Lo hemos visto a propósito del caso Violeta Santander en Telecinco: la casi unánime reprobación de los profesionales -incluidos los de la propia cadena- hacia La Noria no ha conducido a que el programa se retractara, sino al revés, a que nos diera más raciones de Violeta Santander en semanas consecutivas. Si usted o yo montamos un alboroto en el bar de la esquina por aporrear ancianos y romper botellas, nos ganaremos la censura del prójimo y, posiblemente, la intervención de la policía, con multa incluida. La tele, por el contrario, puede aporrear ancianos, romper botellas, pervertir menores y mayores, y no pasa nada, al revés: visto el estropicio y constatados los estragos, repetirá. Como el viejo cacique que se consideraba con derecho sobre las vidas de sus vasallos, así la tele se considera con derecho a hacer lo que le venga en gana pisando orgullos y honras, conciencias y todo lo demás. La tele gana siempre. Usted pierde.