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EL COMENTARIO

Los malos instintos

MARÍA MAIZKURRENA
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os malos instintos abonan las raíces del árbol del bien y del mal, la política, la sociedad toda y, según se va viendo claramente, las altas finanzas. Como egoísmo inveterado, mezquindad moral y fealdad de casta consentida, se presentaron en el hotel Monarch Beach de California (a 800 euros la noche) cuando los máximos ejecutivos de AIG celebraron que Bush les había salvado el... balance. Las desigualdades sociales favorecen mucho los malos instintos, pues alimentan la impunidad y el rencor. En su versión zafia, cutre, se encarnan en un concejal borracho que les hace una demostración a sus escoltas de cómo los considera unos esclavos a los que puede usar a su antojo y, si uno de ellos, pongamos por caso, despierta su apetito, hasta les puede exigir un servicio sexual por el mismo precio. Es la idea que tienen algunos de lo que es mandar, de lo que significa tener subordinados y, sobre todo, subordinadas; la idea que tienen de lo que son las personas: objetos a nuestra disposición o no, según la jerarquía tribal que gastamos a semejanza de nuestros primos hermanos los chimpancés. Esa idea, claro, alimenta los malos instintos. La cultura no es inocente respecto al modo en que se manifiesta la naturaleza humana. Pues ésta se moldea, se activa y se contiene en todo lo que aprendemos, lo que da forma a la vida social, en los usos, normas, creencias y valores. También en la cultura o incultura individuales. Supongo que Sarah Palin se considera persona culta y civilizada, pero dicen que mientras fue alcaldesa de Wasilla visitó la biblioteca... para ver si podía hacer desaparecer los libros que fueran contrarios a la fe cristiana. Ahora, en nombre de sus altos ideales, Palin reparte golpes bajos en campaña y ha conseguido despertar como un eco los malos instintos de sus seguidores. Sus ataques personales contra Obama han sido coreados con los gritos de traidor, terrorista y mátalo, que nos recuerda espeluznantemente al ETA, mátalo, una fórmula coreada en nuestro entorno. La cultura no siempre es benéfica. Tiene sus pecados, sus tentaciones, sus utilidades liberadoras o inconfesables. Hay culturas y culturas. Matices fundamentales. En nombre de la religión y la patria, estamos hartos de saberlo, se pueden disfrazar de interés sublime nuestro miedo y nuestros prejuicios, nuestro deseo de sojuzgar y utilizar, nuestros mezquinos intereses de grupo o casta. La defensa, en fin, de nuestros malos instintos.