Yúshenko fotografía la iglesia de Santa Sofía de Roma. / REUTERS
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La naranja agria de Yúshenko

Un tribunal de Kiev suspende el decreto presidencial de disolución del Parlamento ucraniano y la convocatoria de elecciones el próximo 7 de diciembre

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El presidente ucraniano, Víctor Yúshenko, cabecilla, junto con su antigua aliada Julia Timoshenko, de aquella 'revuelta naranja' que se adueñó de las calles de Kiev en noviembre-diciembre de 2004, vuelve a estar en horas bajas. Ha demostrado ser un luchador inasequible al desaliento. Quiere ver a su país dentro de la OTAN y la UE. Sobrevivió a un envenenamiento que desfiguró su semblante y cuyo rastro lleva hasta Moscú. Acaba de disolver la Rada -el Parlamento unicameral ucraniano- por segunda vez en año y medio, y ha convocado nuevas legislativas para el 7 de diciembre. Un tribunal de Kiev suspendió el sábado ese decreto a instancias de una querella presentada por la primera ministra, Timoshenko.

Se abre otra vez un periodo de inestabilidad en el país. Pese a su probada vocación atlantista y su apego a Europa, Occidente no le ha tendido suficientemente la mano. El pasado 9 septiembre en París, el líder francés Nicolas Sarkozy, presidente de turno de la UE, sólo se comprometió con Yúshenko a un posible acuerdo de asociación, no de integración, para 2009. En una entrevista ofrecida a este periódico en junio, el máximo dirigente ucraniano se quejaba: «No es de recibo ni tiene lógica que Ucrania, el país más grande del continente en superficie y con una población de 47 millones de habitantes, no esté presente formalmente en ninguna institución clave de Europa».

En abril, en la cumbre de Bucarest, el líder ucraniano tampoco logró que su país fuera incluido en el Plan de Acción para la Adhesión a la OTAN (MAP). Yúshenko se queda así a merced de Rusia. Si un milagro no lo remedia, Yúshenko, un hombretón de aspecto afable y casado con una estadounidense, caerá como la fruta madura. Nació hace 54 años en Joruzhivka. Estudió economía, fue empleado de una caja de ahorros y dirigió el Banco Central de Ucrania entre 1993 y 1999. A él se debe la aparición de la grivna, la actual moneda del país, y las medidas para contener la galopante inflación de aquellos años.

Incómodo para Rusia

El entonces presidente Leonid Kuchma le nombró primer ministro en diciembre de 1999. Duró en el cargo poco más de un año. Su programa de reformas y las medidas anticorrupción no fueron del gusto de la nomenklatura ucraniana y tampoco de Rusia. Su enorme popularidad le llevó a la victoria en las legislativas celebradas en marzo de 2002, aunque sin llegar a obtener la mayoría.

Pero el Kremlin continuaba manejando el país a su antojo. Kuchma dejaba el poder en 2004 y Putin tenía designado ya a su sucesor. Era el jefe del Ejecutivo, Víctor Yanukóvich, procedente de Donetsk, la cantera rusófona de Ucrania. Las encuestas, sin embargo, indicaban que el que iba a ganar las elecciones era Yúshenko. Así que, en la noche del 5 de septiembre de 2004, justo al comienzo de la campaña electoral, durante una cena con la cúpula de los servicios secretos ucranianos, Yúshenko recibió con la comida una potente dioxina. Con la cara desfigurada y cubierta de pústulas, tuvo que ser hospitalizado días después en una clínica de Viena. Con todo, los comicios presidenciales del 31 de octubre de 2004 y su segunda vuelta, tres semanas después, se celebraron, se manipularon y, bajo la presión de la 'revolución naranja', se repitieron. Yúshenko terminó siendo el vencedor.