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Las cosas de la cultura en Cádiz

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l extraño caso de la biblioteca de la Academia Hispanoamericana, reabierta esta semana en su nueva sede del Centro Reina Sofía, es un claro ejemplo de cómo han ido por aquí las cosas de la cultura. Ni más ni menos que cinco décadas han pasado valiosos libros, ocho mil en total, guardados en cajas de cartón en la casa particular del que era presidente de la entidad, Antonio Orozco Acuaviva, a quien se rindió homenaje. En cambio, no entendí los ataques a Augusto Conte Lacave en ese mismo acto, ni me parecen justos, con independencia de su nula oportunidad, a estas alturas. De Conte sé lo que cuenta Caballero Bonald en el primer tomo de sus memorias, Tiempo de guerras perdidas: El escritor, agobiado por la sociedad jerezana, llega a Cádiz a estudiar Náutica en los primeros años 50 y le sorprende encontrar aquí una ciudad tan diferente, abierta, liberal, cosmopolita, culta. Uno de sus lugares de visita favoritos era precisamente el estudio de Augusto Conte, en su casa de la Alameda, y elogia en él todas estas virtudes que advierte en la ciudad. A bote pronto, creo recordar que debemos a Conte el núcleo de lo que hoy es la Biblioteca de Temas Gaditanos y algunas investigaciones deliciosas, como las recogidas en el libro Pasaron por Cádiz, que tanta gente ha copiado, sin disimulo y sin citarlo, porque confían en que nadie se acuerde o porque siempre pueden apelar a la «intertextualidad». Quizá también es que es muy nuestro eso de demoler panteones.