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El incómodo pero necesario apoyo iraní

Al igual que en Irak, el general David Petraeus no se va a librar de la fuerte influencia de Irán en el conflicto afgano. El gigante iraní se ha erigido en la auténtica potencia económica y militar de la región y comparte frontera con Afganistán. La influencia de Teherán es especialmente fuerte en todo el noroeste del país -zona donde están desplegadas las fuerzas españolas- y entre la población de etnia hazara que, como los iraníes, pertenecen a la secta chií del Islám y suponen un nueve por ciento de la población.

M. A.
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EE UU ha acusado a Irán en los últimos años de vender armas a la insurgencia y de utilizar a los refugiados afganos en la república islámica como arma de presión contra la misión internacional. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que trabaja desde 1994 en Irán, tiene registrados a 950.000 afganos, pero calcula que hay al menos un millón más sin registrarse en el país de los ayatolás, un país que juega un papel clave en la lucha contra el narcotráfico.

En 2007 la Policía fronteriza iraní confiscó novecientas toneladas de droga procedente de los laboratorios afganos, y la agencia contra la Droga y el Delito de Naciones Unidas considera a Irán como un aliado fundamental para evitar la llegada de un «tsunami de heroína» a Europa.

El equilibrio en esta conflictiva región pasa por los despachos de Teherán, en donde se sigue de cerca la evolución del frente afgano-paquistaní, donde cada vez hay más presencia de fuerzas extranjeras. A la hora de un posible diálogo con la insurgencia y especialmente a la hora de luchar contra el narcotráfico la cooperación iraní se antoja tan importante como lo ha sido en Irak.