Lo llaman copla
Crecimos con el precepto bíblico de estar atentos porque no sabíamos el día ni la hora. Pero los tiempos adelantan que es una barbaridad y ya sabemos que después de una mala racha, a mediados del año que viene la cosa se va a poner mejorcita. Y nada me alegra más, porque con lo de la recesión esta que tenemos encima me estaba viendo como Demi Moore en Una proposición indecente y no tiene una el cuerpo ni la mente para muchos Robert Redford, la verdad. Nos hablan de la recesión, de la crisis Ninja-No Income, No Job and no Assets- de la banca Lehman, del rescate de Wall Street y nos asustamos muchísimo, olvidando que en Cádiz la supervivencia ha venido siempre de la mano del Monte de Piedad, de las cuentas en los almacenes y del «mañana te lo pago» que de tantos apuros nos ha sacado. La globalización, es lo que tiene, que como un trampantojo nos hace pensar en otros mundos. Pero todos están en éste.
Actualizado:Puede parecer que la crisis no nos afecta porque estamos incubando los huevos de oro de la gallina, porque de aquí a poco vamos a ser lo que nunca hemos sido, porque el año que viene, justo cuando la crisis nos abandone, vamos a celebrar un Festival de las Libertades «que será un verdadero agitador cultural de carácter multitudinario y popular» según Gaspar Zarrías en un derroche de optimismo ¿o de ingenuidad? Y que nos pondrá en el centro de todas las miradas del universo -atentos, porque la apuesta más alta es la de siempre, Carnaval, flamenco y hip-hop, ¿hip-hop!- y de los 2.000 estudiantes erasmus que, al parecer, son los que más nos van a agitar, culturalmente hablando. Porque el FIT que comienza el martes que viene va a ser, más que nunca, un foro de encuentro entre Hispanoamérica y Cádiz -bueno, y también Finlandia que tiene mucho que decir en un Festival Iberoamericano de Teatro- pensando ya en sus bodas de plata en el 2010. Porque al segundo puente ya se le ven las patitas como al lobo de los cabritillos por debajo de la puerta.
Puede parecer que la crisis no nos afecta. Pero sólo hay que darse una vuelta por el centro para ver que, si nadie lo remedia, al doce llegaremos con la mitad de la mitad de lo que nos habían prometido. Asumido que no dará tiempo de rehabilitar todas las fachadas del casco antiguo y que no dará tiempo de adecentar el Oratorio de San Felipe y de que no veremos la ampliación del Parador y de que las plazas hoteleras serán las mismas que ahora, la mayor parte de los comercios exhiben en sus escaparates los carteles de Se alquila, Se traspasa o Se vende. Se cierran tiendas que no llevaban abiertas ni un año, los negocios de inmobiliaria se transforman en bagueterías o en tiendas de ropa barata -low cost, perdón- y la imaginaria bonanza económica que trajo el siglo va dejando tantos cadáveres que será difícil llegar al Doce de una forma digna -ese término que se aplica a todo lo que se hace de forma mamarracha y con dinero público.
Y si no hay remedios contra la crisis, existen los analgésicos. Canal Sur es el más genérico de todos, porque descubierta la fórmula del placebo con Juan Imedio -del que decían el pasado domingo que había transformado a la sociedad andaluza más que el segundo plan de modernización- se ha empeñado en llevar el tópico latino de Panem et circenses hasta sus últimas consecuencias con un engendro a medio camino entre Operación Triunfo -ya saben, el de los valores de la juventud aznarista- y Gran Hermano -el experimento sociológico del siglo- que despierta pasiones y adormece conciencias. El programa Se llama copla que ya se rebeló en la pasada temporada como uno de los activos -se dice así- de la cadena y que en esta edición cuenta con un nutrido grupo de representantes -cuatro de diez- gaditanos, que no todo iba a ser Carnaval o edredoning, recupera para siempre los lugares más comunes de nuestra crisis histórica, la niña guapa que parece -o es- tonta, la madurita a la que, paradójicamente, una enfermedad le ha devuelto la ilusión, la gordita sin complejos que es la alegría de la huerta, el mariquita -no es incorrección política, es que su estereotipada imagen me impide llamarlo de otra manera- que comparte con su novio el despacho de peras y melocotones mientras se cantiñea, la niña cateta a la que su pueblo le perdona todo la galería de los horrores o el producto de la Logse, qué se yo. Si la crónica sentimental de España se alimentaba, según Vázquez Montalbán, de crímenes pasionales, celos, alcoholismo, infidelidades -cuernos, para entendernos- y desgracias que tenían el efecto pollyana sobre una sociedad pacata que malvivía imaginando otros mundos en los que se vivía «entre palmas y alegría», los nuevos copleros, sin entender una palabra de lo que «malcantan», entretienen a una audiencia que, cada vez más, está convencida de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
No hay observatorios que se atrevan a denunciar que lo de las croquetas de la Puri, al lado de La Ruiseñora, de La niña de Puerta Oscura o de La Salvaora es igualdad en estado puro. Porque aturdidos por los niveles de audiencia, hay cosas que no tienen la más mínima importancia.
Y en vez de efecto Juan Imedio o efecto anestesia, lo llaman copla. Da igual, porque hay cosas que nunca cambian. Hay crisis, pero no todo es blanco o negro. Cierran los negocios, pero abren otros que son la esperanza para esta ciudad. El parque infantil de la calle Ceballos que abrirá próximamente se va a llamar Churretilandia. No me obliguen a hacer ningún comentario.