Artículos

Se llama desconfianza

A la espera de la celebración reunión que iban a llevar a cabo las administraciones americana y británica en la tarde noche de ayer y previa a la del G-7 de hoy, los mercados continuaron con su caída imparable a los infiernos. Las cifras alcanzadas por las Bolsas de todo Occidente son escalofriantes, las pérdidas acumuladas ingentes. Si hace unos años atrás, la avaricia nubló la inteligencia de los inversores, ahora son los propios temores los que anulan su raciocinio.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La economía ha dejado de ser una ciencia social, para convertirse en una rama de la medicina. Una de esas que se ocupa del correcto funcionamiento de las mentes averiadas. Ya no hay lógica posible. La lógica nunca ha servido para garantizar el acierto en el mundo de la economía; pero la desesperación es una consejera mucho menos certera.

Adam Smith, el padre de la economía moderna aseguraba que el comportamiento individual, basado en el egoísmo, traía el bien común gracias a la «mano invisible» del mercado.

Bueno, pues ahora, el miedo individual está causando un daño terrible al colectivo social y económico. Si nos empeñamos, conseguiremos romperlo todo. Hace escasamente unas semanas que el problema ha dejado de ser la falta de liquidez de los bancos y de los estados o el deterioro de los balances bancarios.

Ahora, el problema es más grave y se llama simple y llanamente desconfianza. Nadie cree en absolutamente nada y nadie espera nada. Puede que sea comprensible, pero es radicalmente equivocado. El mundo no se va a acabar y no se va a perder todo el esfuerzo acumulado ni el trabajo desarrollado años atrás. El reto de los todos y cada uno de los líderes mundiales es decirlo y conseguir que les crean fielmente y firmemente.

Tal y como están las cosas no resultará sencillo, pero es necesario. Es más que eso, es básicamente imprescindible.