La vida
Escribo esta columna de madrugada, cuando todos duermen. Y lo hago sobre una hoja de papel, con un lápiz. Como hace años. En completo silencio. Siempre he pensado que para escribir bien hacía falta eso, soledad y silencio. Y también quizá una importante dosis de atención exenta de impaciencia. Para poder oír la voz precaria y débil que susurra dentro de uno mismo. Aunque lo cierto es que ya llevo demasiados años escribiendo habitualmente sobre la pantalla, a menudo con prisa y con ruido de fondo, fragor de noticias, alarmas de ambulancia, canciones y todo lo demás. En un amarillento recorte de periódico (uno de los cientos que abarrotan mi mesa), un titular no muy viejo: «Vivir en grandes ciudades aumenta el riesgo de padecer esquizofrenia». No suena raro. Como tampoco sorprende ya a nadie la correlación existente entre los hábitos hiperconsumistas y el auge de la depresión en la sociedad del bienestar.
Actualizado:Ahora, los líderes políticos se han puesto muy nerviosos porque no saben lo que va a pasar con ese presunto bienestar. Su cara de sorpresa y su manera de gesticular, un poco histérica, asustan a la gente. Es lógico que estén nerviosos y es lógico que hagan un esfuerzo para intentar justificar su papel. Y a la vez es lógico e inevitable que las enormes dimensiones del esfuerzo funcionen como perfectos catalizadores del miedo. Tanto no intervenir para tener que hacer ahora esto, ¿con qué cara contarlo? Si pudiéramos librar al mundo del enorme esfuerzo que es preciso hacer para corregir la perversión generada por la codicia financiera, contrarrestar los efectos del fanatismo y la locura consentida, y solucionar los problemas causados por la falta de ética y la ambición desmedida de los poderosos, ¿cómo sería todo? No hay respuesta para eso. De todas formas, no queda otro remedio, como siempre, que asumir lo imprevisible e incorporarlo a nuestro aprendizaje. E incluso usarlo como impulso, si hubiera ocasión. Eso es vivir. Y además, a ser posible, con una sonrisa. Sentido del humor hasta en el campo de concentración, decía Viktor Frankl. Y a propósito de eso, recuerdo también algo que decía Amos Oz en su famoso ensayo Contra el fanatismo. Citémosle aprovechando que no le han dado el Nobel: decía que nunca ha visto un fanático con sentido del humor. Es verdad. De modo que ya saben, no se tomen la crisis demasiado en serio. Ayer fue el día europeo de la depresión, hoy es el día mundial de la locura y mañana tengo boda. Así es la vida.