ASÍ LO VEO

¿Ah, pero había crisis?

Estupefacto me encuentro con la noticia. Parece ser que debe haber una crisis porque el Presidente del Gobierno ha anunciado y enunciado la creación de un fondo para estimular la actividad crediticia. De pronto, la crisis se ha instalado en nuestras vidas, como quien no quiere la cosa, como los hijos treintañeros que siguen viviendo en el regazo materno y no se marchan. Pero la crisis terminará, simplemente por que un día empezó, y todo comienzo tiene escrito su final.

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Ni mucho menos la crisis tiene su exclusivo origen en EE UU, ni la crisis española es una simple crisis por contagio de la crisis global. Centremos la cuestión porque parece que todos los males provienen de los Estados Unidos y eso no es así. Efectivamente el término «subprime» es exclusivo de allí, por la especialidad de su sistema hipotecario. Este consiste en la relación directa y absoluta del crédito hipotecario con la garantía en que consiste la vivienda, de tal forma que si el prestatario en un momento de la relación crediticia se ve imposibilitado de pagar el préstamo, hace entrega de la vivienda al prestador, o sea al banco, y aquel queda libre de deuda. En España, no hay «subprime», porque el prestamista garantiza con el bien comprado el crédito, lo que no es óbice para que quede obligado al pago de la deuda con todos sus bienes presentes y futuros, aún habiéndose ejecutado la hipoteca. Evidentemente, en nuestro país, no habido crisis subprime, en la relación bancos-clientes hipotecados. Pero, en la relación entre banco-empresas promotoras, se plantea una situación prácticamente análoga a la originada en Norteamérica, ya que las empresas promotoras hipotecaban las promociones como forma de acudir al crédito con la única garantía de la propia promoción. Esto es en realidad una situación «subprime», a pesar de las diferencias de sistemas hipotecarios en el mundo anglosajón y en el continental. Muchos bancos españoles se han visto obligados por las circunstancias a comprar promociones enteras al 60% de su valor. Esto, está afectando de forma muy importante a la capacidad crediticia de muchas entidades financieras españolas.

Pero el componente financiero de la crisis es uno más y no el más importante de la crisis en su acepción global. La economía real española está «herida de suma gravedad». La crisis financiera española, a diferencia de la de otros países, es una crisis de liquidez del sistema financiero y no tanto de solvencia. Pero, si las repercusiones de la crisis de la economía real permanecen en el tiempo (se incrementa la morosidad y se paralizan las empresas), sin duda terminarán afectando más pronto que tarde a la solvencia también del sistema financiero español. Por ello, la medida tomada por el Gobierno es aceptable aunque corta en sus pretensiones. Se estima que la cantidad propuesta debiera duplicarse para que los efectos en la economía sean palpables. Con carácter general las intervenciones públicas en la economía no son recomendables, sólo el peligro de riesgo sistémico en el sector financiero lo aconseja en evitación del colapso económico general. El riesgo sistémico se refiere a las pérdidas o daños o a la probabilidad de que ocurran tales pérdidas o daños en el conjunto del sistema en contraposición a las pérdidas que se concentran en empresas individuales. Es decir, el efecto contagio de los problemas entre bancos, a nivel nacional o internacional, es una característica peculiar del negocio bancario que lo distingue del resto de actividades económicas. Las dificultades financieras de un banco o grupo pequeño de ellos que les impide hacer frente a sus obligaciones, puede desestabilizar el sistema bancario en su conjunto. Es lógico que dado el carácter excepcional del problema, con afectación del interés general, el Estado actúe en evitación de un cataclismo de forma generalizada. La economía real española está más que tocada. El modelo de desarrollo basado en la construcción y en el turismo está agotado en su concepción actual. Aquel, introdujo el elemento especulativo como connatural a la actividad en sí, tanto para las propias empresas como para muchas familias, llevándonos a los derroteros por todos conocidos. La fortaleza del Euro ha restado competitividad al sector turístico que se ha resentido sobremanera de ello, dejando en no pocos casos ser un destino atractivo por ello.

Ahora que caigo, el Presidente del Gobierno pensó que todo iba bien, que estábamos en la Champions League de la economía mundial, que no había crisis porque sus asesores, los que lo tienen al corriente de la economía española y mundial, eran los de la Diputación, los de cualquiera de las Diputaciones españolas, para los que efectivamente no hay crisis. Y yo me pregunto, ¿que hacen entonces sus otros seiscientos cuarenta y cinco asesores que parece ser habitan la Moncloa?