MILENIO

No es casualidad

No hay espacio con mayor dignidad democrática para anunciar una decisión importante, afectando a muchos, que la Cámara legislativa. Y es lo que hizo ayer el presidente Chaves en las Cinco Llagas. Anunció la apertura de una «línea de crédito» de mil quinientos millones de euros para ayudar a las pymes y otras especies humanas rodeadas y acosadas por la gran crisis económica del siglo XXI.

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Horas antes, su número tres, el consejero Griñán, de permanente sonrisa en su amigable rostro, había comprometido a los expertos económicos de los dos partidos de la oposición a un análisis conjunto sobre las posibilidades que se tenían para ultimar el proyecto de ley que le de vida, legalidad y esperanza, al presupuesto del próximo año.

Igual que en la política nacional de los primeros actores José Luis Rodríguez Zapatero/Mariano Rajoy, que enviaran a sus respectivos equipos de expertos en la cuestión a templar gaitas, suscribir o aceptar tácitamente fórmulas que impidan que se extienda el pánico entre los más inseguros y afectados por la delicada situación que vivimos y sufrimos.

Por cierto, no es ninguna casualidad que la apoyatura de Chaves en la crisis sea Griñán y la de Zapatero sea el doctor Solbes. Los dos responsables respectivos de Economía en Moncloa y en la Casa Rosa de Sevilla (San Telmo se está restaurando) forman un tándem como aquella película, ya mítica, titulada Dos hombres y un destino, con afinidades de estructura mental y de visión panorámica de los espantos contemporáneos. Solbes es tristón pero reparte calma y sosiego, y Griñán es agudo y saltarín con un ojo clínico excelente para vender paisajes y futuros. Y ambos, naturalmente, saben mucho más de la ciencia económica y monetaria que sus correspondientes jefes.

Y así estamos. Nos desvelamos en la madrugada al llegarnos por la radio la respuesta inquietante de la apertura de las bolsas asiáticas, y nos acordamos de aquel cordero de Dios opusdeísta que era el ministro de Economía, Laureano López Rodó, con el general gallego que ya no está entre nosotros.

Por consiguiente, las cosas no son siempre como parecen. Rodó sabía mucho menos que Solbes y que Griñán. Y la Patria sobrevivió.