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VELADORES DE HUMO

Andando sobre rastrojos de difuntos

Allá por 1976 pasaba yo los mejores años de mi adolescencia curtiéndome como hombre -quizás sería mas exacto decir que me estaban curtiendo a base de bien- en el pueblo de Campillos, allá por la sierra de Malaga. Para los que no hayan oido hablar de Campillos, será mejor que lean La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, así me ahorro desagradables descripciones.

Rafael Benítez Toledano
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Aquello era, mas o menos, como lo de Alejandro Magno, rodeado de sabios y militares, y sobrios usos y enseñanzas castrenses. Para entendernos y hablando en castellano coloquial: un frío del carajo, muchas hostias y dormitorios para cien futuros delincuentes.

Pues fue en este encantador escenario que acudí, repito que sería alla por 1976, a la inauguración de un monumento de homenaje a una de las glorias locales, el poeta Jose María Hinojosa. El monumento consistía en un busto del fallecido vate y unos versos labrados en la base que quedarían en mi memoria para siempre:

«No hay extensión mas grande que mi herida,/

lloro mi desventura y sus conjuntos/

y siento mas tu muerte que mi vida.»

Pasado el tiempo conocí la siniestra historia final, tanto del homenajeado como del autor de los estremecedores versos.

José María Hinojosa (Campillos 1904-1936) fue un poeta menor de la generación del 27 que trabó amistad en Madrid con Miguel Hernandez, me imagino que por el origen rural de ambos; de familia acomodada, se alistó en la Falange y, en los primeros dias de la guerra, se lo cepillaron las milicias republicanas.

Como en el caso de Lorca o Hernandez, josé María Hinojosa era de esos poetas tremendistas que raramente crean buena escuela, o salen amanerados o espantosos. Ademas no era pobre, no era especialmente talentoso (sin ser tan malo como Prados o Altolaguirre) y para colmo era de derechas, así que resulta carne de fácil olvido en estos tiempos de muertos presentables. A Muñoz Seca se le ocurriría un chiste adecuado sobre este tema; a mi, la verdad, no me quedan ánimos. Sólo me vienen a la cabeza unos versos de Kipling que cada día que pasa me parecen mas ciertos y mas tristes:

«A mi hijo lo mataron mientras contaba un chiste;/

ojalá supiera cual, me vendría tan bien/

en estos tiempos en que los chistes escasean.»

He recordado esta hermosa historia de amistad y justicia poética con motivo de la enésima vuelta al manido tema de la memoria histórica, tan cansino como recurrente por cierta izquierda española, desaparecida en combate durante la dictadura, pero con un abuelo que ya quisieramos muchos.

Por que yo también tuve una abuela que, si no era militar era viuda de militar, y además de armas tomar. Mi abuela era franquista y pro alemana, de esas que decían que el Holocausto era un invento de los judíos y los comunistas. Mas o menos como la izquierda europea y española negaba, u obviaba, los Progromos y nos describía a Siberia como un Balneario. Los mismos que tacharon al pobre de Solsenitzin de vendido al capitalismo fascista.

La Codorniz

Pareciera que no habiendo podido, o querido dar la batalla contra el dictador, se estén planteando seriamente resucitarlo. Que vayan con cuidado, que me están recordando una barbaridad un chiste gráfico de Chumi-chumez en La Codorniz que les contaré como lo recuerdo: se ve un cementerio con sus lapidas y sus cruces y, sobre la tapia del mismo, un angel con una trompeta tocando a rebato convocando para el Juicio final. Y de una de las tumbas sale una vocecita que clama «!Vaya hombre, ahora que había cogido la postura!». Practicamente eso es lo que anda haciendo este angelito con cara de Mister Bean con el que el cielo de los justos nos ha bendecido.

Para que ustedes no vayan a pensar que el tal Hinojosa es un poetastro menor, un ripiador fascistoide; o, aun peor, un invento de este columnista faccioso y sibilino les voy a regalar unos versos que he recogido de Google:

Herido siempre, desangrado a veces,/

y ocultando mi sangre sin riberas,/

llevo mis pasos presos entre nieblas/

y mis miradas van sobre cipreses.

Bueno, y ya le dejo, porque «sin calor de nadie y sin consuelo/voy de mi corazón ...a mis amigos que me están esperando en la Muela», donde Carlos. rafabtoledano@hotmail.com