Las cosas claras (y en español)
Avalada por el Instituto Cervantes, esta escuela de español también contempla su actividad como un foco más de atracción turística
Actualizado: GuardarÁngeles Castro no perdió demasiado tiempo en intentar evitar lo inevitable. Nació y creció en el seno de una familia de emprendedores (su padre y los siete hijos tienen sus propios negocios) y a ella siempre le gustó el ambiente (no por nacer en uno concreto tiene que gustarte obligatoriamente). Trabajó en varias de las empresas de la familia (el restaurante paterno y ahora filial, otra compañía de telecomunicaciones del mayor) mientras estudiaba su carrera: Información y Turismo. Entre curso y curso, muchos veranos los pasó en Inglaterra. Y cuando llegó el cruce de siglos, también vino la hora de la verdad: ¿Qué hacer?
Pues montar una empresa. Se llama K2 Internacional Escuela de Español y la dirige a medias con su hermana Yolanda (que esta semana, por ejemplo, se encontraba en Francia extendiendo eso que las escuelas de negocios llaman imagen de marca). Por cierto, la saga de emprendedores formada por los Castro se completa con Clix, una firma dedicada a la publicidad y al diseño gráfico. «Puede sonar exagerado, pero mucho de lo que tenemos ahora se lo debemos a mi hermano Fidel, que ideó todas nuestras señas corporativas», explica Ángeles Castro, que puso en marcha su empresa en 2001.
En estos siete años se ha dejado «mucho trabajo» en el camino para llegar a hoy: una escuela de español avalada por el Instituto Cervantes a la que vienen alumnos de Estados Unidos, los países nórdicos, Alemania, Francia, Canadá... y que está a punto de mudarse desde el piso que ocupan en la calle Ancha de la capital a un edificio más grande en el Mentidero. El agradecimiento al pequeño de la familia que ideó el desarrollo de la imagen de K2 es comprensible, ya que una empresa que debe darse a conocer en el exterior necesita, al menos en el primer momento, el plus de la atracción por la vista.
Luego viene el resto. Ángeles Castro explica su negocio no sólo es una escuela porque también gestiona los alojamientos de los alumnos a la carta (hoteles, casas compartidas, hogares, intercambios...), los guía en todo momento y organiza actividades extraescolares para adaptarlos al ambiente (se adapta a lo que haya en ese momento en la zona, como ocurre, por ejemplo, cada agosto cuando llega el Trofeo Carranza y su fiesta: la escuela tiene su propia parrilla).
«Lo más importante para nosotros es la flexibilidad y la máxima atención a nuestros alumnos, pero, sobre todo, la flexibilidad, porque no todos son iguales y no todos pueden tener los mismos problemas a lo largo de su estancia», señala esta empresaria. La defensa de la flexibilidad es una de sus mayores máximas, dado que los cursos de idiomas suelen pecar de ausencia de cintura (inicio y término de clases cerrados, enseñanza demasiado rígida, frialdad en el trato a quien viene de otro país...).
Ángeles Castro está igualmente convencida de que una escuela de idiomas, al menos en el sentido que lo plantea K2, es un agente turístico de primer orden. De hecho, una de las batallas más duras que tuvieron que librar en los comienzos las hermanas Castro estaba en vender a Cádiz por encima de otras ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla, Málaga...
«Es curioso, porque lo cierto es que quien elige Cádiz se queda con Cádiz, pero eso había que explicárselo y demostrarlo con trabajo», apunta Ángeles. También añade otros elementos que hacen de la ciudad gaditana un buen destino para un chico de Vermont o una mujer de Quebec: el clima, la tranquilidad, el nivel de vida, la accesibilidad en las distancias, la historia, la cultura... «Los alumnos que vienen se convierten en un foco de posibles turistas futuros; de ahí nuestra importancia en el sector», se reivindica esta gaditana.