Un premio y un compromiso
Actualizado:ecuerdo un reportaje, en mis años mozos, de una serie sobre los barrios de Cádiz que encabezamos así: «Santa María clama al cielo». Aparte de un titular afortunado -no fue mío- era la frase más repetida por los vecinos, como una jaculatoria, al hablar sobre la situación de sus casas, de sus calles, de sus vidas. Tantos años después, tantos en los que la mayoría de los gaditanos no nos hemos atrevido a atravesar el barrio, tantos de marginación y de mala fama, de partiditos, de drogas, parece que dan a su fin. Iniciativas diversas, propiciadas por los mismos vecinos, revelan una clara determinación de salir del agujero. Como lo ha hecho El Pópulo. Ahora es el turno de Santa María, el otro arrabal de la ciudad primitiva, que encierra tesoros inesperados en sus casas, en sus iglesias, en sus calles, además de algunos rasgos de la identidad gaditana que no conviene perder. Viviendas dignas, comercios activos, una hostelería joven y moderna, algún buen equipamiento cultural, lo que se llama «gentrification», y el cambio está servido. De momento, la feria gastronómica de estos días ha proporcionado una buena excusa para volver a la Plaza del Piojito, que ya era hora y bien merece la visita. Aún queda mucho para conseguir que en Santa María los vecinos no clamen al cielo, pero se ha empezado a andar el camino.