Hay 46 para rato
Actualizado:ualquiera que soñara con hacerle sombra a Valentino Rossi esta temporada tendrá que callar hasta 2009. Tras dos años de sequía, aprovechados por Hayden y Stoner para engrosar su palmarés, el mejor piloto de la historia (cuestión que únicamente se atreve a discutirle su paisano Agostini) ha vuelto para decirnos que aún tiene cuerda para rato, ahora que se ha puesto tan de moda encumbrar a unos críos que no tienen ni la edad para sacarse el permiso de conducir. Rossi puede con todos dentro y fuera del asfalto. En la competición, además de dar espectáculo, ha eclipsado a una generación que conforme pasan los años se está destapando como inferior a la que formaron Rainey, Doohan, Gardner, Schwantz, Mamola, Kocinski... Ésa será la única duda que jamás resolveremos, qué hubiera hecho el hijo de Graziano rodeado de todos esos monstruos. Al finalizar los grandes premios, disfrutamos también con un joven que sigue divirtiéndose tanto o más que sobre su Yamaha. La teatralidad con la que adorna cada victoria -no digamos un título mundial- son dignas de la mejor comedia italiana, poniendo el listón cada día más alto y dejando ciertos intentos por emularle (Lorenzo's land) en soberanos ridículos. Valentino es tan grande que su nombre -todavía en plena madurez- ya forma parte de un club al que sólo pueden acceder socios de la categoría de Senna, Phelps, Jordan, Tiger Woods, Usain Bolt o Pelé por dejar bien a las claras de quién y de qué estamos hablando. Su leyenda crece de tal manera que todo apunta a que sólo una cuestión biológica como es la edad podrá con él, pues todavía no ha nacido el guapo que a igualdad de condiciones le ponga contra las cuerdas. Lo único que nos queda al resto de mortales es asistir boquiabiertos a cuantas genialidades se le ocurran al ciudadano más celebre de un pueblecito llamado Urbino, donde el 46 más que un número es una filosofía de vida.