EL JEME

Las cajas

Ahora que los bancos hacen cola para quebrar. Ahora que los brokers, asesores, analistas y demás aristocracia financiera sólo son ídolos caídos, iconos de la codicia. Ahora que las pamplinas económicas, del tipo de «los mercados se autorregulan», convertidas en paradigma durante estos años, recobran su verdadera naturaleza de pamplinas. Ahora que casi todos los liberales con pedigree suspiran por la intervención de los estados en los mercados. Ahora, parece que ha llegado el momento de volver a prestar atención a las cajas de ahorro.

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Denostadas por su dependencia del poder político, las cajas han suscitado el rechazo y la desconfianza del mundo financiero. Rechazo porque su régimen jurídico las convierte en entidades que pueden comprar lo que quieran pero que no pueden ser adquiridas por nadie y desconfianza porque quien en ellas toma las decisiones es el poder político local y autonómico.

Admitido que esto es así, la realidad que nos presentan las cajas, al menos en Andalucía, es que aun siendo entidades gobernadas por el poder, han preferido fortalecerse que crecer, consolidarse que expandirse. Su propia dependencia de lo público, la presencia de sindicatos e impositores en sus órganos de gobierno, actúa como freno en la política de sus gestores. Seguramente hay cajas en dificultades, pero no lo será por haber coqueteado con los juguetes financieros que hoy traen de cabeza al mundo, si no por un exceso de crédito al sector inmobiliario.

Siempre nos han resultado cercanas, quizás demasiado, por eso las hemos mirado como algo excesivamente casero, no comparable al glamour de la banca de inversiones. Efectivamente las cajas de ahorro no son nada fashion, pero visto lo que estamos viendo, quizás sea el momento de pensar que representan una forma de banca más razonable, que su compromiso con la sociedad, a través de su obra social, consustancial a su naturaleza, revierte en el territorio en el que actúan y puesto que nuestras necesidades financieras suelen ser bastante básicas, por qué no simplificar las cosas y elegir una caja en vez de a Lehmann, a Morgan o a Merryll.