Cultura

Los cuatro finalistas de los premios Turner, llamados «a suscitar debate»

El director de la galería Tate Britain, Stephen Deuchar, afirmó ayer que el premio Turner de este año trata de «suscitar debate» sobre la última evolución del arte con los cuatro artistas seleccionados, que fueron presentados a la prensa. Algo que sin duda volverán a conseguir en esta nueva edición. Como es habitual, la pintura vuelve a brillar por su ausencia y el jurado ha vuelto a escoger a artistas del vídeo o practicantes del arte «conceptual».

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Mientras los periodistas recorrían las salas donde exponen su obra los británicos Mark Leckey y Cathy Wilkes, la bangladeshí Runa Islam o la polaca Goshka Macuga, por el pasillo central de la Tate corría un atleta distinto en breve sprint cada treinta segundos: es la nueva «creación» de Martin Creed, el hombre que ganó el Turner en 2001 con una bombilla que se encienda y apaga en una habitación vacía.

Fuera, frente al portal neoclásico de la galería junto al Támesis, un grupo de artistas del llamado movimiento stuckista -pintores figurativos opuestos a los experimentos conceptuales de buena parte del arte actual- protestaban contra el «circo mediático» que rodea a este premio y exigían la destitución del director de todas las Tate, el influyente Nicholas Serota.

Conceptuales

Protesta inútil porque parece que este premio, destinado a artistas de menos de cincuenta años y dotado con 25.000 libras (unos 31.500 euros) para el ganador y 5.000 (algo más de 6.270 euros) para los finalistas, apuesta decididamente año tras año por lo conceptual. Y como lo conceptual necesita por lo general de un soporte teórico, que explique la supuesta intención del artista, allí estaban, en la presentación de los cuatro finalistas, otras tantas «comisarias» de la exposición para «explicar» cada una de las instalaciones.

Así, la polaca Macuga trabaja como una «arqueóloga cultural», y presenta en la Tate una instalación que toma como punto de partida la relación personal y profesional entre dos parejas de artistas: la fotógrafa y pintora Eileen Agar y el surrealista Paul Nash, por un lado, y el arquitecto Mies van der Rohe y la diseñadora Lilly Reich, por otro. En el primer caso, lo hace mediante fotografías y collages en los que lleva a cabo un «maridaje» póstumo de las obras de uno.