Alquimistas del ritmo
Stomp trae a Cádiz un espectáculo que ha levantado a millones de espectadores de sus butacas con objetos cotidianos elevados la categoría de instrumento musical
Actualizado:La organización en el tiempo de pulsos. Eso es el ritmo, una cadencia de golpes sonoros que con cierta gracia se van repitiendo para dar forma a una pieza. El laboratorio acústico de Stomp se erige como una torre donde sus alquimistas intentan despojar al sonido de sus impurezas y reducirlo a la mínima expresión rítmica.
El Gran Teatro Falla se convierte desde mañana y hasta el viernes en escenario de unas melodías interpretadas con instrumentos nada comunes en el mundo de la música fruto de la magia creativa de Luke Cresswell y Steve McNicholas.
El espectáculo se inauguró el pasado 17 de septiembre en Palma de Mallorca y fue allí donde Nathan Conray, Warren Richardson, Troy Sexton y Gemma Shields, cuatro stompers, se encargaron de explicar a la prensa una hora y cuarenta minutos de percusiones, danzas, humor y diversión.
Nathan, bailarín gibraltareño, habla de los inicio de esta forma de arte. Su origen se localiza en 1992 en las calles de Brighton. En esta ciudad, un grupo de animadores de calle, conocidos con el nombre de buskers, llamaba la atención de los transeúntes con unos instrumentos muy especiales: cubos de basura, palos y otros objetos que encontraban por ahí tirados.
«Stomp es el vicio de sacar música a cualquier cosa», explica Nathan minutos antes del estreno nacional del show en el Auditorio de Palma. En cuanto a su visita a Cádiz, es la primera vez que salen del circuito de ciudades importantes para visitar otras más pequeñas, como son Lérida, Gerona o Santander.
El montaje no ha sufrido ninguna variación y es el mismo que se mostró en otras parte del mundo. El secreto: no utilizan palabras y desarrollan la trama de cada parte del espectáculo con el internacional lenguaje de los gestos.
El arte de improvisar
«Hay mucho de improvisación por parte de los personaje -cuenta Warren, el veterano de la compañía- y de sentido del humor. Es una comedia visual donde se expresa a través de un idioma visual. La comunicación se lleva a cabo mediante el movimiento, los gestos y el sonido». Pese a ello, todo está muy estudiado.
Es difícil imaginar una partitura tradicional que marque la melodía en una puesta en escena donde la voz cantante la llevan bidones de metal, tapaderas de cubos de basura, cajas de cerillas, periódicos viejos, arena, tubos,... Sin embargo, existe una estructura que, según Nathan, «está viva y puede sufrir modificaciones».
La identidad de la compañía está fundamentada en los instrumentos, comenta Warren. «Es un viaje a través del ritmo en el que se aprecia la influencia de la música tribal africana, brasileña e, incluso, la japonesa».
Warren es el encargado de dar la clave a los periodistas que van a ver en Mallorca por primera vez el espectáculo: «En todas partes hay ritmos, el desafío está en sacarlos».
Mientras atienden a la prensa, el resto de sus compañeros ya han empezado ha trabajar. «Siempre que antes de salir al escenario cantamos y bailamos, el objetivo es que todos estemos en la misma sintonía», revela Gemma. La creación de un gran engranaje donde todas las piezas encajen es primordial en un show como el de Stomp, «es vital crear una dinámica de grupo».
«Es más sencillo los fragmentos en los que se actúa solo. La cosa se complica cuando hay que coordinarse con otros compañeros», cuenta la bailarina inglesa Gemma Shields.
Pese a ser doce los artistas que viajan con el espectáculo, sólo actúan ocho. La explicación es muy sencilla. El desgaste físico en una función es bastante importante por eso se turnan para que todos puedan ir descansando.
«Este sistema de rotación en el escenario es importantísimo, porque si no acabaríamos todos en el hospital», bromea Warren.
Arriba el telón
Todo está preparado y el resto de stompers se encuentra en sus marcas de salida. El telón del Auditorio mallorquín se levanta. En el centro un joven barre y el choque de la cerdas del cepillo contra el suelo se vuelve melódico. Salen más artistas que continúan barriendo. Golpean sus instrumentos contra el piso mientras sus cuerpos se mueven en una estudiada coreográfica por todo el escenario. Movimientos arriesgados, que sin la tan nombrada sintonía de grupo no existiera provocaría algún que otro susto.
El público no permanece impasible en sus butacas. Es un espectáculo con y para ellos. Sin palabras, los artistas les piden su colaboración que a pies juntillas prestan encantados. Mañana es el turno de Cádiz y, como no va a ser menos, los gaditanos se convertirán en unos stompers más al son que marque la compañía inglesa. Que no se extrañen, si entre tanta palma más de uno confunda el palo y termine por tanguillos.