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Incertidumbre americana

El desgaste sufrido por EE UU en su credibilidad internacional tras los dos mandatos de George Bush y, especialmente, la penetración de la grave crisis económica y financiera que sacude a la primera potencia del planeta habían suscitado, dentro y fuera de las fronteras estadounidenses, una expectación inusitada en torno al primer debate electoral de Barack Obama y John McCain. Las singulares dificultades que atraviesa la comunidad internacional convertían el primer cara a cara entre los dos candidatos no sólo en una proyección de las inquietudes de sus conciudadanos, sino también de las que ocupan buena parte de la agenda del resto del mundo. Es dudoso, sin embargo, que cualquiera de ellos ofreciera respuestas suficientes ante esas preocupaciones a lo largo de un debate demasiado encorsetado en las formas y con unos protagonistas más concentrados en no fallar que en sorprender. Por añadidura, ambos comparecieron ante las cámaras condicionados por las negociaciones emprendidas a tres bandas por la Administración Bush, los republicanos y los demócratas para tratar de aprobar el plan de salvamento del sistema financiero. Un proyecto que situaba a Obama y McCain ante la contradicción que supone que sea el partido del primero el más predispuesto a avalar la operación pública de rescate frente a las prevenciones ideológicas de sus adversarios.

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Esa paradoja permitió al candidato demócrata incidir en la crítica compartida contra Bush y McCain por haber consentido una fuerte desregulación de los mercados que se habría demostrado del todo contraproducente. Pero más allá de ese reproche y de la incomodidad aparente de McCain, ni uno ni otro dieron la impresión de asumir el desafío que esta crisis está suponiendo para la hegemonía internacional de EE UU en coincidencia con el desconcierto y la incertidumbre interna que aflora tras la complicada gestión de la misma. Si la ensimismada política exterior desplegada por Bush, la prolongación de la guerra de Irak y los escollos sobrevenidos en el combate contra el terror global que se libra en suelo afgano y en su límite con Pakistán han socavado el poder militar estadounidense, la responsabilidad de las entidades financieras del país y de sus instituciones en la creación de una burbuja financiera de efectos letales amenaza con convertirse en un potente foco de cuestionamiento de la hegemonía internacional de la superpotencia. Prueba de ello es el desmarque del plan de rescate norteamericano escenificado por Alemania y la propuesta del presidente francés de refundar el capitalismo de mercado; pero también, en otro sentido, las alusiones del propio Obama en el debate al renovado empuje de Rusia, Irán o Venezuela gracias a su pujanza energética. Las consecuencias de la crisis y el auge de voces alternativas en el orden mundial perfilan una herencia para quien acceda a la Casa Blanca mucho más compleja que lo que han dejado traslucir los predecibles discursos de los candidatos.