PAN Y CIRCO

Cuestión de educación

Un compañero me preguntó esta semana si tenía algún ídolo futbolístico. Me quedé reflexionando unos segundos y, acto seguido, le contesté que no, que cuando era pequeña sí pero ya crecidita me había llevado demasiados palos. Bien es cierto que hay jugadores a los que admiro por su forma de jugar pero, de ahí a tenerlos en un pedestal, dista un abismo. Tras esta conversación, cuál fue mi sorpresa al ver unas imágenes en televisión de una niña en Santander, que su único objetivo era conseguir los autógrafos de los madridistas, quienes acababan de disputar el partido de Liga ante el Racing.

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Al principio te la querías comer con esos ojos azules, llenos de ilusión por alcanzar el regalo de los Dioses blancos. Luego comenzabas a preocuparte, justo en el momento en que gritaba desgañitándose los nombres de Ramos, Casillas y compañía. Me entró pena cuando las lágrimas empezaron a maquillar su cara y cuando intentó tranquilizar a su hermanito al decirle: «aún queda Raúl por salir». Como pueden imaginar, Raúl tampoco se paró. Mi indignación fue absoluta en el momento en que a la niña ya no había forma de consolarla.Ya no me dieron ganas de abrazarla, sino de todo lo contrario aunque, obviamente, la culpa no es de ella, sino de sus queridos padres. A su tierna edad, yo también derramé alguna que otra lágrima por culpa del fútbol hasta que mi familia hizo posible que se me quitara la tontería de lo alto. Tal vez sea bueno que este tipo de cosas sucedan para que la gente no tenga tan idolatrados a los deportistas, quienes, en definitiva, son personas como nosotros, a pesar de sus cuentas corrientes. Y a pesar de que después el mismo canal televisivo intente enmendar el error al invitar a la niña y a su hermano a conocer en persona a los futbolistas que días atrás pasaron de ellos. Lástima de educación.