PRIMER PASE. El elenco de Els Joglars, anoche sobre las tablas del Falla. / ANTONIO VÁZQUEZ
CRÍTICA

El fogón de Albert

Con el trasfondo temático del medio ambiente y el cambio climático, el último espectáculo de los catalanes Els Joglars, La Cena, se desarrolla en un ambiente de altos mandos: en una cumbre internacional sobre cuestiones ecológicas de incumbencia para toda la humanidad y en la que el Gobierno de España es el responsable de una peculiar cena de clausura.

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Para dicho evento, y con la intención de preparar un menú de acuerdo con las circunstancias, se le encarga tan importante tarea a un genio gastronómico, al maestro Rada quien, cual sabio gurú, se armará de una legión de cocineros y seguidores de un adoctrinamiento que roza lo fanático y que planteará posturas de lo más radical para solventar el problema de explotación y denigración ecológica que ejerce el ser humano sobre el planeta.

Con pinceladas de comedia policiaca, Els Joglars -fieles a su estilo- satirizan sobre cualquier estrato de la clase política, social, jurídica y cómo no, monacal.

Se encargan de cocinar un espectáculo en el que brillan las actuaciones de nueve actores que son capaces de llenar el escenario con una treintena de personajes que entre sazón y sazón, nos hablarán de cierta impostura y frivolidad mediática y gubernamental a la hora de tratar cuestiones medioambientales, pero también de la clara y más grave evidencia de la ignorancia del género humano que, sin criterio alguno, es capaz de seguir ciegamente cualquier dogma en nombre de la salvación del planeta.

Aunque la intención del montaje es abiertamente comprometida con nuestro tiempo, no llega a ser redonda.

Y es que el montaje está aderezado con algunas coreografías muy simples que, acompasadas por Vivaldi o Ravel, no terminan de aportar nada al resultado final llegando incluso a sentirse ligeramente forzadas por momentos. Sin em-bargo resulta muy evidente, como de costumbre, el atinado oficio de Albert Boadella a la hora de componer algunos cuadros con la simple presencia de sus personajes y en un espacio casi vacío.

Sin lugar a dudas, en el arte de la cocina y del teatro, la imaginación del creador estimula la del espectador o comensal, y en esta cena servida anoche (y hoy de nuevo) en el Teatro Falla hemos podido degustar una propuesta estimulante aunque ligeramente extensa.