Desacuerdo para evitar la caída libre
El desacuerdo del sector duro del los republicanos con el plan para reactivar la economía del presidente norteamericano a última hora de la noche de ayer pone en el filo de la navaja al sistema financiero, no sólo de Estados Unidos, sino de todas las economías mundiales. La reunión del presidente de EE UU con John McCain, Barack Obama y representantes del Congreso sobre los aspectos principales del plan de salvamento ante la crisis financiera en EE UU cosechó ayer un primer efecto positivo en las bolsas de ambos lados del Atlántico, antes de conocerse la trascendental noticia. Las medidas propuestas por Paulsen y Bernanke contaban ya con poco menos que una satisfacción planetaria. La expresa coincidencia mostrada por el presidente Rodríguez Zapatero respecto a las mismas así lo demostró. No conviene olvidar que se trataba de una operación de rescate financiero dirigida a evitar más situaciones de caída libre, así que la crisis continuará deslizándose por la pendiente de la recesión.
Actualizado:El plan diseñado pretendía atajar el problema de la solvencia financiera mediante la costosísima fórmula de aparcar los activos dañados en un fondo soportado por las arcas públicas. Pero en el fondo intentaba recuperar la confianza a través de un compromiso político compartido por todos en apoyo del sector financiero.
En las últimas semanas ya ha tenido lugar una inyección de dólares y euros que, aun siendo imprescindible e incontestada, no ha conseguido que la confianza se recupere ni que los créditos se liberen para evitar la más que presumible cascada de efectos sobre las empresas. También por eso el gran desafío que tiene ante sí la aplicación del plan norteamericano es que sea capaz de activar en breve plazo la confianza del conjunto de la sociedad, empezando por la de las propias entidades financieras. Sólo así cobraría sentido el alto coste que implica la operación para el erario público y la injusta distribución de cargas y beneficios que ello supondrá para los distintos sectores de la población. Junto a ello, sólo una reacción positiva de los rectores de las grandes firmas de Wall Street podrá restablecer la confianza perdida en la gestión de quienes han hecho merecedores del reproche de la opinión pública.
La mera posibilidad de que EE UU recuperase de inmediato un mínimo de calma financiera constituiría un oportuno bálsamo para las dificultades por las que atraviesa el resto de las economías, empezando por la europea. En manos de demócratas y republicanos está la solución.