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Carmelo Gómez, Juan José Ballesta y Verónica Echegui. / EFE
Cultura

Borrokas sin canciones de amor

Gorka Merchán conmueve con su dibujo de un País Vasco atenazado por la violencia de ETA en 'La casa del padre'

OSKAR BELATEGUI
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«¿Y los borrokas no tenéis canciones de amor?», pregunta uno de los personajes de La casa de mi padre. Otro de los protagonistas, un periodista amenazado por ETA y encarnado por Álex Angulo, se lamenta: «¿Quién les ha dado derecho a estos a robarme la vida?». Pocas escenas después le acribillan por la espalda cuando regresa del quiosco, con los periódicos del día frescos bajo el brazo. Gorka Merchán (San Sebastián, 1976) dibuja un País Vasco real y terrible en su primer largometraje. Lo hace desde la humildad y el conocimiento de quien ha crecido en Intxaurrondo «y esquivado manifestaciones en el Boulevard». Se moja bastante más que el artista Rosales, sin engolar la voz ni experimentar con el lenguaje cinematográfico. Apunta al corazón, no al intelecto.

Presentada como título estrella del Día del Cine Vasco, ajena a la sección oficial, La casa de mi padre demuestra una valentía inusitada al bucear en la pesadilla cotidiana de los amenazados y la sinrazón de la lucha armada. Cuenta el regreso desde Argentina a su pueblo natal en Guipúzcoa de un industrial al que hace diez años quemaron la empresa por negarse a pagar el impuesto revolucionario (Carmelo Gómez). Su hermano, del que se distanció por motivos ideológicos, se está muriendo. Su sobrino (Juan José Ballesta) juega a pelota y canaliza su odio en la kale borroka.

«Cuando te colocan en la diana es para siempre», le advierten a este vasco de bien, que descubre con tristeza que en diez años pocas cosas han cambiado. Miradas furtivas, cajeros incendiados, concentraciones de familiares de presos, pintadas de ETA... Sus vecinos miran para otro lado con la pasividad de quien se ha resignado a la barbarie. El protagonista intentará que su sobrino tome conciencia jugando en el frontón. Al final, en la pelota también se trata de golpear paredes.

Poemas y batallas

Gorka Merchán recrea verosímiles gaztetxes y extrae emoción de sus intérpretes. Carmelo Gómez siempre ha parecido vasco; Ballesta clava el borrokilla henchido de rabia y enamorado de su prima argentina, Verónica Echegui (esta película también se puede vender como El Bola se liga a la Juani). El director tenía claro el título, prestado del Nire aitaren etxea de Gabriel Aresti. «Ese poema se escribió en una época determinada y resulta muy duro, pero le iba como un guante al protagonista. Vuelve por un amor absoluto a su tierra, hasta el punto de estar dispuesto a dar la vida».