Zardari coincide con Bush
Asif Ali Zardari no se lo cree: a finales del año pasado estaba imputado en Pakistán por graves delitos, tenía una pésima reputación personal, había pasado una década en prisión y sus cuentas en Suiza estaban congeladas a petición de la justicia de su país pero ahora es el presidente y ayer, en esta nueva condición, se entrevistó en Nueva York con el presidente Bush.
Actualizado: GuardarEl milagro aparente no es tal: él es, sencillamente, un viudo privilegiado porque su esposa no era otra que la legendaria Benazir Bhutto, que iba a ser primera ministra en una vasta operación planeada en todos sus detalles por el Gobierno Bush y el entonces presidente, general Musharraf.
Uno de esos detalles sería el de blanquear en el momento oportuno a su marido, conocido jocosamente como Míster 10 %, comisión que cobraba según sus críticos por arreglar problemas de inversores con el Gobierno. No parecía tener ambición política alguna y asumía con naturalidad que la importante y carismática era ella. Su brutal asesinato en diciembre lo cambió todo.
El se vio, contra todo pronóstico, convertido en el jefe del Partido Popular Paquistaní mientas su hijo mayor, estudiante en Gran Bretaña, se gradúa y le llega el turno de heredar. Eso confirma lo sabido: el partido es una dinastía que prevalece y prevalecerá sin competencia posible.
Zardari se ha entrevistado con Bush en un momento delicado, cuando los guerrilleros y terroristas locales están crecidos, el ejército por fin ataca a fondo sus reductos en las áreas remotas del país (sólo ayer murieron unos 60 de ellos) y la opinión, que consiguió echar a Musharraf, se indigna por las operaciones americanas en suelo paquistaní.
Pero Zardari sabe cuál es su papel y lo cumple a rajatabla y con cierta habilidad táctica y oficio. Su programa, si vale decirlo así, es conocido y está muy bien resumido en un artículo que publicó en el diario conservador norteamericano The Wall Street Journal poco antes de su elección por los parlamentarios: combatir el terrorismo, descrito como un enemigo común, hasta derrotarlo, aunque preservando una posibilidad para una negociación política, salvaguardar la democracia y proteger la soberanía nacional. Y así lo dijo ayer.