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Editorial

Patología letal

El asesinato de diez estudiantes en una escuela de formación profesional de Finlandia, cometido por un compañero de 22 años que había colgado varios vídeos en Internet en los que se recreaba amenazadoramente en sus prácticas de tiro, ha vuelto a conmover a una sociedad que ya afrontó las graves consecuencias de un tiroteo similar el pasado 7 de noviembre. Pero más allá de la singularidad que supone la reiteración de unos hechos tan luctuosos en un país como el finlandés, con un sistema educativo modélico en el seno de la OCDE, pero también con una de las normativas menos restrictivas en el acceso a las armas de fuego de Europa, la matanza protagonizada por Matti Juhan Saari y su posterior suicidio subrayan la extensión de un mal más universal, por el que la locura homicida o los impulsos agresivos se subliman y proyectan a través del escaparate incontrolado de la Red. De tal manera que el desconcierto y la desolación que provocan acontecimientos como el registrado ayer en el instituto Kauhajoki se ven agravados por la trivialización en la que se desenvuelven las tendencias más violentas cuando éstas buscan la mirada del mundo que se asoma a Internet.

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Resulta dramáticamente paradójico que el exhibicionismo mostrado en sus vídeos domésticos por el asesino ofreciera una pista inmejorable para poder prevenir tan terrible desenlace. Una vez más fue la inquietud comprometida de un internauta la que alertó de la posible comisión de un delito a la Policía, que habrá de aclarar qué le llevó a desconsiderar la peligrosidad de Matti Juhan Saari tras interrogarle la víspera del crimen. Las irreversibles consecuencias de ese error de apreciación resaltan la importancia de poder contar con profesionales cualificados para identificar los perfiles de riesgo y aislarlos antes de que desemboquen en actos de absoluta irracionalidad. Pero el múltiple asesinato de Finlandia interpela especialmente a las sociedades modernas en las que la familiarización con la agresividad plasmada en imágenes puede conducir a una banalización de la violencia que lleve a desdeñar los síntomas de una inclinación patológica hacia ella.