Contra los 'neocon'
El neoconservadurismo norteamericano, que ha tenido su auge durante los mandatos de Reagan y Bush, ha sido una poderosa corriente ideológica que ha radicalizado las actitudes de Partido Republicano hasta extremos perturbadores para la paz mundial y para la integridad de la democracia americana. Por fortuna, los neocon están en declive. Y en nuestro país, su influencia sobre Aznar ha dado paso al rechazo explícito manifestado por el entorno de Rajoy.
Actualizado: GuardarLos neocon reconocen sin rubor el ascendiente intelectual de Leo Strauss (un filósofo de origen alemán, llegado a EE UU en 1938, profesor en Chicago y fallecido en 1973), cuya ruptura con el nazismo nunca quedó clara. La médula de su pensamiento es extremadamente peligrosa, puesto que se fundamenta en la idea de que la democracia liberal, con su énfasis en las libertades individuales, ha conducido a las sociedades occidentales a la decadencia y el desastre. Para Strauss, habría llegado el momento de que una elite se alzase para superar la debilidad social causada por el relativismo inducido por la filosofía post-socrática.
La principal herramienta de esta nueva elite sería una mitología artificial, construida alrededor de la idea de que Estados Unidos goza de un destino único en lo universal y asentada en el control de las masas ignorantes a través del engaño, el fervor religioso y la guerra perpetua.
Los neocon se agruparon en torno a Bush -la cabeza visible del movimiento es nada menos que el vicepresidente Cheney- y ocuparon los cargos más influyentes de la Administración republicana. Fueron con toda certeza los impulsores de la descabellada guerra de Irak y de la política antiterrorista desaforada que se plasmó en el Patriot Act y en las fuertes limitaciones a las libertades civiles. Asimismo, en el terreno económico, han propugnado el ultraliberalismo, la completa desregulación de los mercados y la reducción del Estado a su mínima expresión.
Por fortuna, la reacción de la sociedad norteamericana ha ido arrinconando a los neocon, que han perdido buena parte de su influencia tanto en la opinión pública como en el propio Partido Republicano. Pero la falta de regulación económica está sin duda en el origen del escándalo de las hipotecas basura.
El desastre es de tal magnitud que el secretario del Tesoro y la Reserva Federal no han dudado en proponer la utilización de recursos públicos para tapar el agujero.
No se equivoca Zapatero al señalar a los neocon como responsables directos de la gran crisis. Hoy la etiqueta neocon está desacreditada. Bush no ha tenido más remedio que plegarse al pragmatismo de los tecnócratas, y tanto Obama como McCain mantienen un discurso templado y antibelicista.
Pero el presidente Zapatero no está solo en esta empresa: recientemente, José María Lassalle, secretario de Estudios del PP y diputado por Cantabria, escribía en la prensa una inflamada descalificación del movimiento neocon que concluía así: «afortunadamente, la inquietante sombra política de Strauss y sus discípulos no ha logrado su objetivo y hoy Estados Unidos tiene ante sí la oportunidad de retomar, sea quien sea el que gane las elecciones presidenciales de noviembre, la fortaleza de ser el paradigma progresista y liberal». Si éste es el viaje al centro de Rajoy, bienvenido sea.