Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
CRÍTICA DE TV

'GH 10'

Telecinco ha estrenado la décima edición de Gran hermano. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Qué terribles pecados habremos cometido para que nos sigan flagelando con este espectáculo atroz, esta dolorosa puesta en escena de lo más bajo, vulgar y memo que hay en la España de nuestro tiempo? ¿Realmente merecemos tales castigos?

José Javier Esparza
Actualizado:

Nuestra miserable condición autorizaría a inundarnos la pantalla con famosos de medio pelo, magacines de cotilleo desaforado y cosas así, o sea, lo que hay; seguramente no merecemos otra cosa. Pero diez ediciones de Gran hermano, eso ya es un exceso. Creo que nadie que no haya delinquido gravemente merece tanta saña. Es lo mismo que pasa con los castigos a los niños: a partir de un cierto grado, la justicia deja paso a la injusticia y entonces la sanción no sólo deja de ser eficaz, sino que se hace contraproducente porque estimula mayores rebeldías.

Nuestra pantalla es de una insensibilidad granítica. Telecinco nos humilla con incesantes ediciones de Gran hermano. Después, ciertamente, uno ve los índices de audiencia de esta décima edición de Gran hermano y constata que no sólo no menguan, sino que aumentan. De donde podemos deducir con desconsuelo rayano en la desesperación, que efectivamente no merecemos otra cosa: que somos dignos de recibir ya no diez ediciones de Gran hermano -caso único en el mundo mundial-, sino hasta cien, porque la sociedad española, o al menos buena parte de ella, es ya una sociedad granhermanizada, un amasijo bruto de carne televidente que se deja asar a fuego lento mientras el maestro asador le susurra las palabras experimento sociológico. Diez. Ya van diez. Y las que vendrán. Por nuestros pecados.