Esquizofrenia paquistaní
El gobierno paquistaní sostiene hasta tres discursos políticos simultáneos y esa insólita situación explica gráficamente el rompecabezas a que se enfrenta y la variedad de intereses políticos en presencia y de personas a cargo de la administración.
Actualizado:La masacre del sábado en el hotel Marriott, un baluarte de la presencia occidental en el país, es la clásica 'línea roja' que el gobierno, ningún gobierno, puede ya traspasar. Cómo será la impresión producida y su importancia cualitativa que el líder del Tehrik-e-Talibán, Baitullah Mehsud, presuntamente vinculado a al-Qaeda y el más conocido jefe de la rebelión integrista-nacionalista, se apresuró a desmentir toda participación de los suyos en el atentado y hasta dijo 'compartir el dolor de la nación' por lo sucedido.
Esta suerte de esquizofrenia, en la acepción popular de disociación de ideas y discursos contradictorios cercana a la hipocresía, no es, sin embargo, una novedad completa. Se olvida que el presidente Musharraf, siempre descrito como un estrecho socio del gobierno Bush, negoció más que nadie con los insurgentes y alcanzó con ellos acuerdos que dieron largas temporadas de calma en los dos escenarios clave del conflicto: la Provincia del Noroeste y el Waziristán-sur.
Musharraf, bajo sospecha de Washington en ese momento, llegó a ir a Kabul a explicar al inquieto vecino afgano y su presidente, Hamid Karzai, esta política, que él veía como compatible con su combate contra el extremismo. Ahora, tras lo del Marriott, eso será literalmente imposible por mucho tiempo. El sucesor de Musharraf como jefe del ejército, general Kayali, poco hablador, está resuelto a aplicar la agenda americana, que pasa por un recurso masivo a la herramienta militar y la cooperación reforzada, aunque semisecreta, con Washington.