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ANÁLISIS

Unidad excluyente

Los cimientos de la unidad contra ETA son triangulares: es precisa, por una parte, una coincidencia en el diagnóstico y los criterios de actuación entre los dos grandes partidos que pueden gobernar el Estado y, por otra, la complicidad entre quien ocupe el Gobierno y las instituciones vascas. El doloroso ritual que siguió ayer al asesinato de Luis Conde permitió corroborar cómo el irreversible regreso a las armas de los terroristas ha empujado al Ejecutivo y al PP a recuperar el mínimo consenso exigible, aunque su contenido se limite a avalar la receta de la persecución policial y judicial sin avanzar en aquellas iniciativas de fortalecimiento ético de la sociedad que han quedado arrinconadas ante la extendida convicción de que ETA se encamina hacia su definitivo final. El avance que constituye la anuencia de socialistas y populares en el mensaje contra el terror parece haber provocado, y justificado, un cierto vaciamiento de ese discurso, cuya pretendida rotundidad no avanza ni en la búsqueda de condenas más movilizadoras de la conciencia social, ni en la explicitación del compromiso de que ya no habrá negociación alguna para que termine la violencia, sino, en todo caso, cuando ésta finalice de manera irrevocable.

LOURDES PÉREZ
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Pero si algo está subrayando la nueva concordia entre el Gobierno y el primer partido de la oposición es el debilitamiento del otro pilar de la unidad, el de la leal cooperación con las instituciones vascas. La eficacia de esa colaboración exige no sólo un adecuada y comprometida respuesta policial, sino especialmente un afán deslegitimador de quienes asesinan, de quienes les corean y de quienes prefieren seguir amarrados a la noria del terror aunque digan privadamente discrepar de ella. La quiebra entre aquellos que se han decantado por responder a ETA activando todas las potencialidades del Estado de Derecho y aquellos que todavía creen en el supuesto efecto persuasivo de las reivindicaciones soberanistas al borde de la ley resulta ya demasiado palpable como para tratar de eludirla por la vía de no mencionarla, de no reconocerla. Porque esa unidad no sólo se va haciendo más imposible cada vez que ETA mata. También empieza a resultar incompatible con la restablecida por los dos grandes partidos.