Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
CARTA ABIERTA

En cada despedida

Cada vez que despedimos a uno de los nuestros, cuando se da sepultura a un soldado, nos estremecemos como la primera vez, con esa oración que sale como un grito del pecho de los hombres: «Lo demandó el honor y obedecieron, lo requirió el deber y lo acataron, con su sangre la empresa rubricaron, con su esfuerzo la Patria engrandecieron». Lo repetimos una y mil veces para cerciorarnos de la verdadera razón de la despedida. La familia militar está compuesta por los que son fieles al juramento que empeñaron, pero también por mujeres que no están obligadas a comprender. Que no han empeñado más palabras que los votos de amor el día en que decidieron compartir la vida con ellos; de hijos cuyo destino tampoco han elegido y que, sin embargo, asumen. Nosotras no hemos lucido galones ni estrellas. Pero sí hemos cosido y abrillantado, hemos levantado casas, estirado el sueldo, asumido la diferencia, aprendido a vivir con las ausencias, enseñando a nuestros hijos la realidad de una profesión cargada de vocación, que no de fanatismo.

CONCHITA MARTÍN LÓPEZ
Actualizado:

Cuando la oración avanza -«fueron grandes y fuertes, porque fueron fieles al juramento que empeñaron»- la pérdida comienza a tener sentido, porque «no quisieron servir a otra bandera, no quisieron andar otro camino». Jamás ninguno de los muertos por el zarpazo del asesinato ha deseado abandonar a los suyos, ni convertirse en héroes de los titulares del día: estaban decididos a culminar una carrera trabajada, a disfrutar de sus hijos, a crecer como personas.

Sin embargo no son iguales a nosotros, su sacrificio está en la cadena genética, en su forma de ver la vida, en la obediencia, en la renuncia constante. Y todo por el bienestar y la seguridad de una sociedad de la que forman parte, aunque tanto tiempo les ignoró y posteriormente descubrió que existían debajo de sus uniformes embarrados, cuando sus cuerpos destrozados son la prueba evidente de que la amenaza existe. Hoy ETA ha conseguido un nuevo trofeo que enarbolar ante sus masas vociferantes y con el que avergonzará a aquellos otros ciudadanos que no ven ni oyen jamás nada. Sin embargo, los españoles resistiremos; no nos queda otra solución. Desenmascarar, apretar los dientes y exigir justicia, eficaz, libre. La familia militar dará ejemplo, seguro. Comprendo íntimamente el dolor de estos momentos, la rabia, la desesperanza, el trabajo indescriptible del que habrán de hacer gala en los próximos meses, pero es que ellos «no supieron morir de otra manera». Descanse en paz.