Vídeos
Un hombre expone ante la cámara la intensa amistad que le une a su perro: caricias, lametazos, el habitual repertorio del afecto canino; más he aquí que el perro, llevado de lo que Breton llamó l'amour fou, trepa sobre el hombre y le obsequia con gestos más propios de otro tipo de relación. Otro hombre exhibe un enorme crustáceo de poderosas pinzas ante la concurrencia de lo que parece un bar; en eso que va el crustáceo y cierra una de las pinzas sobre la mano del individuo; éste prorrumpe en alaridos y gestos convulsos hasta que otro paisano logra romper la tenaza del bicho.
Actualizado:Un tercer individuo se sienta bajo la jaula de un oso panda en un zoo; la cámara se recrea en el aspecto amable, inocente, infantil del simpático plantígrado; pero he aquí que el oso ve que la gabardina del hombre invade la jaula y le propina un salvaje mordisco; las fauces del panda arrastran a la gabardina y a su dueño con fuerza descomunal, hasta que a alguien se le ocurre la idea de liberar a la víctima entregando la gabardina al oso. Un cuarto individuo pasea por un parque, encuentra a una oca y procede a acariciarla con desparpajo; la oca se rebota, trepa hasta la espalda del hombre y comienza a sacudirle picotazos en la nuca mientras mueve con violencia las alas. Son sólo cuatro escenas; antes y después, otras muchas más en caudalosa sucesión.
El programa era Los vídeos más divertidos de la televisión, el sábado noche, en Antena 3. Llevamos unos veinte años viendo este programa, en distintas cadenas, con distintos nombres, pero siempre con los mismos contenidos: vídeos, vídeos, vídeos. Cada una de esas piezas vale poquísimo. Todas juntas configuran un programa de validez universal, porque pocas cosas hay que gusten más al espectador que ver, ver, ver. Para el mensaje panóptico que la tele quiere transmitir, los programas de vídeos son como esas colecciones de fotos que le permiten a uno viajar por el mundo sin moverse de su asiento. Y a medida que el recurso funciona, su baúl se va llenando con cualesquiera otras cosas. El género del vídeo de lance define por sí mismo el espíritu de la televisión: siéntese y mire; nosotros hacemos lo demás.