CALLE PORVERA

Adivinos del pasado

Si yo supiera lo que iba a pasar en el futuro, no estaría aquí, sino viviendo la vida y trabajando a distancia con un portátil desde Bora-Bora». Así me respondió uno del banco, sin pelos en la lengua, cuando le pregunté por qué nadie nos había advertido de la crisis económica que se nos venía encima.

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Tiene toda la razón. Numerosos expertos economistas han salido estos días en los medios de comunicación, a toro pasao como se suele decir, para explicar las claves y porqués de lo que ya no tiene remedio. Sólo les falta decir: «Ya lo advertimos». O en plan más llano: «Si yo ya lo estaba diciendo; si es que se veía venir».

Sí, claro. Lo de la burbuja inmobiliaria que pinchaba. ¿No era como el cuento del lobo? Calcado. Imagínense ustedes que yo le pagara a un vidente o a una pitonisa para que me contara lo que ya he vivido. El nivel de utilidad de mi consulta sería asombroso.

¿Cuántas veces habremos escuchado por la calle aquello de que esto se veía venir? También que esta crisis es de manual y que se estudiará en los libros de Historia como el crack del 29, pues precisamente para eso: para que se vuelva a repetir, ya que el hombre es el único aninal que tropieza dos veces (y más) en la misma piedra.

Y con este optimismo innato voy superando mi estrés posvacacional, teniendo en cuenta que mi reincorporación tras el paréntesis veraniego coincidió con lo que parecía el fin del mundo, al menos a nivel financiero.

Eso sí, a medida que van pasando los días, ahí están los atentados de ETA que, como una pesadilla, me van haciendo salir del ostracismo en que me encuentro. Y es que las desgracias nunca vienen solas, como sostiene la odiosa Ley de Murphy.