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VICTORIA. Boo Weakly celebra el triunfo. / AFP
GOLF

Europa pierde la Ryder Cup y Estados Unidos consuma su esperada revancha

Furyk ganó contra Miguel Ángel Jiménez el punto decisivo para los estadounidenses

F. GUERRERO
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No pudo ser. Tampoco fue una derrota abultadísima como apuntaba al principio de la semana. Los americanos tuvieron que trabajar el triunfo y muy duramente, porque los europeos no daban su brazo a torcer en ningún partido. Kim, Perry, Weekley, Holmes y Furyk, más el empate entre Paul Casey y Hunter Mahan, dieron a Estados Unidos los cinco puntos y medio que necesitaba para ganar la 37º edición de la Copa Ryder, que se ha disputado en el campo americano de Valhalla, en Kentcuky.

La clave estuvo en cuatro partidos. El que perdió Sergio García, el que abría la veda el domingo, frente al novato Anthony Kim, la futura estrella de 23 años del golf americano. No hubo batalla en este hoyo, sólo un color, el rojo americano frente a un Sergio de hombros caídos que no levantaba cabeza.

La sorprendente victoria de Justin Rose sobre el líder americano Phil Mickelson (tres ganados en sus estadísticas de la Ryder y cuatro perdidos) fue un duro palo para la afición, que veía cómo en ese momento los europeos se acercaban peligrosamente. La Copa se tambaleaba. La victoria en los hoyos finales de J. B. Holmes sobre un combativo Sören Hansen fue el partido más duro que se estaba desarrollando en el campo. Ambos sabían que su punto iba a ser vital para el resultado de la Ryder y ambos lucharon con uñas y dientes.

Los dos novatos se estrenaban en una Ryder Cup, pero con una ventaja para Holmes, que jugaba en casa, ante su afición, con su familia y amigos apoyándole en todo momento. Eso marcó la diferencia en el partido y un par de segundos golpes y putts que embocó el americano contra los que nada pudo hacer el danés. Chapó para Hansen. De nuevo, como ocurriera en al Ryder Cup de 1995, los novatos salvaron el honor de los europeos.

Y por último el partido de Miguel Ángel Jiménez contra el durísimo Jim Furyk, el jugador más sólido que Azinger tenía en la bolsa. Se sabía de antemano que iba a ser un partido vital y así ha sido. Fue el punto decisivo que dio a Estados Unidos la Copa. Ya no importaban los cuatro partidos que quedaban por disputarse, en los que Poulter y McDowell dominaban y Westwood y Harrington iban perdiendo los suyos al cierre de esta edición.