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¿Quién será, será?

Parece el secreto de Estado mejor guardado. El viernes se encontraban en un restaurante, almorzando por separado, una conocida juez progresista, que pasa a formar parte del Consejo del Poder Judicial, y el aún portavoz del Consejo, Enrique López, que almorzaba con el aún presidente del CGPJ y del Supremo, Francisco José Hernando. Saludos cordiales de rigor e, inmediatamente, la gran pregunta: ¿sabes quién va a ser propuesto para presidir el Consejo y el Supremo? Hernando reconoció no tener la menor idea sobre quién pueda ser su sucesor, y tampoco los dos jueces tenían más indicios que los que animan los corrillos de las rumorologías: ¿Xiol?¿Juanes?¿Moscoso? Cada uno de ellos tiene sus apoyos y sus detractores dentro de los círculos del poder socialista, que es quien decide en última instancia. Alguno de estos nombres --¿el del ex ministro y ex negociador con ETA Moscoso?-- puede haber sido lanzado para apearlo definitivamente de la carrera por convertirse en el magistrado más poderoso e influyente de España.

FERNANDO JÁUREGUI
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Sabremos esta misma semana quién se sentará al frente del Consejo del Poder Judicial y del Tribunal Supremo e, inmediatamente, se abrirá solemnemente, ante el Rey, el año judicial. Sea quien sea el candidato siempre quedará el regusto a reparto político de lo que debería ser un poder rigurosamente independiente. Esta vez, tras dos años de prórroga artificial del Consejo saliente, las cosas no han sido diferentes: los socialistas han colocado a sus nueve miembros, los populares otro tanto, y también los nacionalistas vascos y catalanes han situado, uno cada uno, a figuras de fidelidad indudable.

Y no se pierdan ustedes lo que está ocurriendo con los intentos de relevo -en los puestos reglamentarios, que ahora tocan, entre ellos la presidencia- entre los magistrados del Tribunal Constitucional. Cada partido quiere colocar sus propios peones, algo que no dejará de traer consecuencias sobre algunas decisiones pendientes, sobre todo acerca de la constitucionalidad o no del Estatut catalán. Una sentencia que nadie, en el estamento político, quiere que se produzca y que, acorde con los deseos del Ejecutivo y sus aliados -tampoco el propio recurrente, el Partido Popular, parece excesivamente deseoso de que el tema se reavive-, parece que va alejándose en el tiempo. Si Montesquieu levantara la cabeza...