La gran familia del cine
El periodista Tim Adler desvela la íntima relación entre la mafia y el séptimo arte en un polémico libro
Actualizado:Todo niño quiere ser astronauta, futbolista o estrella de cine. Claro, ganan mucho dinero, la gente los admira y gozan de respeto. No es raro que alguien quiera parecerse a los protagonistas de las películas. ¿Si hasta los gángsters quieren ser actores...! Eso es, al menos, lo que afirma Tim Adler en su último libro Hollywood y la mafia, traducido por Jordi Planas y editado en España por Robinbook.
De manera exhaustiva -excesiva tal vez por la cantidad de nombres y motes de los hampones que hace complicado seguir el hilo para quien no pertenece a la familia- el periodista londinense expone cómo, desde los tiempos de Capone, la mafia fue tejiendo sus redes de corrupción para controlar los grandes estudios, a sus estrellas y, cómo no, el dinero que mueve la industria del entretenimiento. Según defiende Adler, ambos utilizaban los mismos métodos y la Cosa Nostra tenía urgencia por blanquear las fortuna generada por la venta de alcohol durante la Ley Seca. «Gángsters y magnates hablaban el mismo idioma, pues al fin y al cabo tenían el mismo origen».
Que Hollywood y la mafia han estado íntimamente ligados no es ningún secreto. Incluso los clásicos del cine negro han aireado esa relación tanto en la pantalla -en El Padrino (1972), una cabeza de caballo aparece en la cama de un productor de cine- como cuando se han beneficiado de ella a la hora de urdir las tramas -en Scarface (1932), Howard Hughes contó con hombres de Capone como asesores y algunos guionistas de la televisiva Los soprano han sido acusados de pertenecer a las familias porque la serie contaba con argumentos basados en hechos reales, antes de que la Policía hiciera públicos los sucesos. Se da la paradoja de que el modo de vestir de los mafiosos y sus frases redondas, son una imitación de lo que veían hacer a las estrellas de cine. Hubo un tiempo en que criminales y cineastas se necesitaban como dios necesita del diablo. Fundamentalmente fueron negocios, pero con el tiempo la relación, en algunos casos, pasó a ser personal. Hasta existió un niño que soñaba con ser mafioso, pero tuvo que conformarse con ser artista.
¿Recuerdan a Johnny Fontane? Aquel cantante italoamericano cuya fama empezaba a decaer y que pide a don Vito que le ayude. Corleone (Marlon Brando) ordena entonces que su abogado Tom Hayden viaje a Los Ángeles para convencer a Jack Wolz, el jefe del estudio, de que incluya a Fontane en su próxima película, pero Wolz se niega. Como represalia la cabeza del mejor caballo de su cuadra aparecerá en su cama. Efectivamente. Es la misma famosa escena de El Padrino, la edulcorada visión del hampa firmada por Francis Ford Coppola «con la que tan contentos se mostraron siempre los jefes», según escribe Adler. La historia no es cierta, pero sí reproduce un episodio de la vida real. Al parecer, el personaje de la novela de Mario Puzo que inspiró la trilogía no es otro que Frank Sinatra, amigo entre otros de Lucky Luciano y protagonista de un gran informe del FBI sobre su relación con la Cosa Nostra. El suceso relata la manera en que Sinatra consiguió su papel en De aquí a la eternidad (1953) y el productor es una mezcla de Harry Cohn, hombre duro de la Columbia, y Louis B. Mayer, un enamorado de los caballos de carreras.
Scarface y Elliot Ness
A lo largo de las más de 300 páginas del libro se amontonan pasajes violentos, extorsiones, amenazas, alguna que otra paliza y curiosidades como que el popular héroe retratado por Brian de Palma en Los intocables de Elliot Ness (1987) se crió en la misma calle de Chicago que Al Scarface Capone. El incorruptible sabueso no era como Kevin Costner nos hizo pensar, al contrario que el cara cortada, cuyo ascenso y ruina relata hasta el último detalle la obra de Adler. ¿Sabían que su apodo viene porque con 17 años, cuando trabajaba de camarero en Nueva York, en un club de la familia obviamente, intentó propasarse con una cliente, más bien con la parte que ella utilizaba para sentarse, y el hermano de la muchacha le cruzó la cara de lado a lado con una navaja?
Son muchísmos pasajes y cotilleos como que el hijo de Sam Giancana, el padrino de Hollywood durante los sesenta, llegó a testificar que cuatro sicarios de su padre se encargaron de Marilyn Monroe porque la tentación rubia iba a revelar la procedencia de parte de los fondos recibidos por el Partido Demócrata en apoyo de la campaña de John Fitzerald Kennedy.
Extorsión y muerte
Pero quizá los chanchullos, la vida y muerte de Bugsy Siegel es la que mejor refleja la unión de los dos sectores que más partido le han sacado al ocio de los trabajadores americanos, que a fin de cuentas son quienes llenan teatros y casinos. Siegel, un matón a sueldo de la costa Este, se mudó a la soleada california para probar suerte como actor, la familia necesitaba que alguien vigilará el imperio de la droga levantado por Luciano y la extorsión a las estrellas para silenciar sus excesos y de paso limpiar su imagen un poco manchada por la media docena de asesinatos en los que había participado.
La mayoría le recuerda como el visionario que levantó el hotel Flamingo en Las Vegas, Cary Grant fue un gran amigo suyo; y otros guardarán en la retina la imagen de Warren Beatty, que protagonizó la amable biografía del hampón filmada por Barry Levinson, aunque lo que se cuenta en Bugsy (1991) no es del todo cierto. Bueno, salvo su brutal asesinato. ¿Quieren saber toda la verdad de los ocultos manejos de la mafia en Hollywood? Recurran a los libros. De algunas cosas es mejor no irse de la lengua, si se sueña con llegar a viejo sin sufrir un accidente.