RELEVO EN EL KADIMA

La paloma de Sharon

Criada en un ambiente conservador, Livni supo evolucionar gracias a su inconformismo y a su sentido común

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A pesar de las tentaciones de trazar un paralelismo con Golda Meir, la que fuera primera ministra de Israel entre 1969 y 1974 y también titular de Exteriores, Tzipi Livni se ha instalado en la primerísima línea de la política del Estado judío como un tipo de líder nuevo. Si la legendaria Meir tuvo que ascender lentamente en la jerarquía del sionista Mapai para sólo llegar al poder al final de su vida, la flamante Livni acaba de llegar a lo más alto del partido en el Gobierno, el Kadima, fundado en 2005 por Ariel Sharon con ella al lado tras sólo 9 años de carrera política. Que alcance ahora a ser primera ministra dependerá de su audacia y de su fuerza para superar sus propias limitaciones.

Nacida en 1958 en Tel Aviv en el seno de una familia ultraconservadora, hija de un activista del Irgún, la organización terrorista judía independentista de extrema derecha, y luego diputada del Likud y abogada de profesión, sus fieles destacan que, precisamente, su inmensa capacidad de trabajo y «de aprender mientras avanza y se adapta a las nuevas circunstancias» son la clave de su éxito. Esta mujer, anteriormente partidaria del Gran Israel, ha sabido ya rendirse a la evidencia de que hay que renunciar a parte de los territorios ocupados en 1967. Para ello lleva negociando con los palestinos los últimos diez meses.

Esa vocación de evolución, el sentido inconformista y una alta dosis de sentido común ya le habían valido antes para situarse en el círculo de confianza del viejo Sharon. Con él ocupó los ministerios de Cooperación Regional (2001), Agricultura y Desarrollo (2002), Inmigración (2003-2005) y Vivienda (2004-2005) hasta dar el salto a la cartera de Justicia en 2005, el año en que, tras la evacuación de Gaza que ella apoyó, siguió a su mentor para crear el Kadima.

Sin brillantez

Sus cualidades han valido también para tapar sus defectos: no tiene brillantez, es fría y distante, le atribuyen un escaso valor decisorio y falta de conocimiento militar y no tiene carisma. Ni falta que le hace. Tzipi Livni ha impuesto su dinámica y con su aureola de incorruptible ha pasado por encima de la banda de halcones, esos varones arrogantes, agresivos y de buen bolsillo, -Ehud Barak, Benjamín Netanhayu y su rival en las primarias, Shaul Mofaz-, hasta crear en Israel el ansia por un liderazgo distinto. El de la normalidad y la política como profesión.

Para ello, Tzipora Livni, cuyo nombre significa pájaro blanco, ni siquiera se ha metido a explotar su condición de mujer a lo Hillary Clinton para ganar las elecciones del Kadima. Muy por el contrario, ha vencido a pesar de su condición de fémina, negándose también a inflar aquello que tanto la hubiera reconciliado con el machismo imperante de que trabajó en el Mossad. Sólo ejerció como experta en derecho comercial.

En su currículo arrastra el haber respaldado las decisiones de Ehud Olmert que gestionaron la fracasada guerra del Líbano en 2006, tras lo que luego, en mayo de 2007, se atrevió a pedir la cabeza del primer ministro cuando las investigaciones le apuntaron como culpable. Ya entonces se ofreció como sucesora.