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SALUDO. La diva apareció en el escenario sentada sobre una silla de cristal de Swarovksky. / CRISTINA QUICLER
Cultura

Sevilla enloquece con una Madonna que se vuelve gitana

La reina mundial del pop conectó con más de 50.000 personas anoche en La Cartuja y se atrevió con bailes 'aflamencados', pero reventa y taquilla se quedaron con varios miles de entradas sin dueño

MANUEL RUS
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Las cerca de 50.000 personas que asistieron anoche al concierto de Madonna en el Estadio Olímpico de Sevilla enloquecieron con la parte gitana de la actuación, va-rios temas que el público jaleó con palmas al son de los músicos rumanos que integran el elenco de su gira mundial Sticky & Sweet Tour. Con la reina del pop acompañada de numerosos romaníes al baile y una escenografía con pantallas de vídeo tridimensionales en las que se rendía un homenaje a la vida de los gitanos, la cantante estadounidense agradeció la entrega de su público y no dudó en marcarse algún baile semiflamenco y en decir «te amo» en español. Mientras sus miles de seguidores palmeaban las interpretaciones de Spanish lesson o La isla bonita, Madonna se contoneó con movimientos aflamencados, aunque animó a sus músicos con algún «ándele», que más bien sonaba mexicano.

Las imágenes de gitanos en India, con sus carros por el campo, se sucedían en las enormes pantallas instaladas en el escenario mientras la diva actuaba en la sección que ella misma denomina Gipsy, la tercera de las cuatro en las que se dividió el concierto de dos horas.

A pesar de que la mayoría de las entradas para el concierto en Sevilla se han vendido fuera de la ciudad, los foráneos también conectaron con la vena gitana de la artista, que en España ofrecerá otro concierto mañana en Valencia, en el circuito Ricardo Tormo, de Cheste.

La artista estadounidense, de 50 años inapreciables, bailó sobre un descapotable blanco, saltó a la comba y sorprendió al público, de todas las edades, con los juegos de luz y sonido que le acompañan, hasta el punto de que cada canción parece un videoclip que se puede presenciar en directo, como si lo estuvieran grabando para ser emitido por todas las cadenas de televisión del mundo.

La sueca Robyn y el pinchadiscos español Wally López actuaron como teloneros de una diva que no paró de bailar y de exhibirse en las dos horas que duró el espectáculo. Cantó 22 canciones -entre las más conocidas y las de su último trabajo, Hard candy- siempre acompañadas de imágenes suyas de ayer y hoy y con referencias a sus inclinaciones políticas, como al candidato demócrata Barack Obama, a Teresa de Calcuta o a Nelson Mandela.

Su condición de icono gay quedó patente entre sus espectadores en Sevilla. La artista de Michigan estuvo acompañada por 16 bailarines y 12 músicos. Se cambió ocho veces de vestuario, con algunas piezas de conocidos diseñadores, como Givenchy, en las que predominaron las altas botas negras, las medias de rejilla y los grandes sombreros.

La actuación incluyó temas como Vogue, Like a prayer, Hung up o Give it 2 me, estuvo repartida en cuatro partes diferenciadas, la citada Gipsy, otra denominada Pimp, un homenaje al Art Decó de los años 20; Old school, un recuerdo a sus primeros años en Nueva York, y Rave, una incursión en el mundo futurista con influencias del lejano Oriente.

Las pantallas superpuestas en forma de cubo, otras circulares en cuyo interior interpretó algún tema y otros juegos digitales dotaron la actuación de una espectacularidad desconocida en los escasos conciertos de carácter internacional que se celebran en Sevilla. El alcalde de la ciudad, Alfredo Sánchez Monteseirín, no pudo ocultar su emoción al final de la actuación, y resaltó que «Sevilla ha triunfado» con Madonna, algo en lo que no confiaba todo el mundo, a la vez que destacó la ausencia de incidentes graves y lo «variopinto» del público. La actuación en Sevilla, que ha generado en la ciudad unos ingresos de unos ocho millones de euros, según los hosteleros, se incluye en la gira mundial de Madonna , que comenzó el 23 de agosto en Cardiff (Gales) y acabará en diciembre en Brasil.

Los organizadores no han concretado el número de entradas vendidas, que no alcanzaron las 63.000 puestas a la venta, como se pudo comprobar por la cantidad de reventas que se quedaron con localidades sin vender. Al menos, otras 5.000 se quedaron sin dueño en las taquillas.