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La basura

Hoy se limpia más que nunca, pero también se ensucia más que nunca. Recuerdo cuando allá por el año 1945 se empezó a recoger la basura de manera más formal, aunque vean cómo era: La recogida era domiciliaria; se empezaba a las ocho de la mañana y los vecinos podían optar a dos formas. La primera era bajar los cubos al portal a esa hora o bien solicitar que el empleado de la limpieza subiese hasta la vivienda. En el primer caso, la recogida era gratuita; y en el segundo había que pagar un canon según la clase de vivienda. Esto de los cánones siempre me ha llamado la atención: ¿Por qué debe haber calles de primera o segunda? ¿O es que los desperdicios no son los mismos?

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Lo de la recogida tenía su historia. Las basuras no se podían sacar a la calle hasta que los empleados no tocaban una trompetilla que avisaba a los vecinos. Ahora viene lo bueno, ya que estos residuos orgánicos, que se tiraban a granel, o sea, sin bolsas ni nada, se echaban por el Campo del Sur, frente a la calle Sagasta, directamente al mar. Como es natural, y debido a las corrientes de agua y mareas, la basura iba a parar a playa, a la altura del viejo cementerio, lo que lo convertía en un sitio imposible de frecuentar.

Menos mal que las basuras que se generaban no eran las cantidades de hoy... y con todo eso, nos llegamos a ganar aquello que nos dio fama de Tacita de Plata.

En la actualidad se limpia más, se baldea y se barre no digo ya más que antes, puesto que apenas se barría y el baldeo era cuando había algunas fiestas en ciernes, o bien cuando había espectáculo en la plaza de toros y allá iba la regadera. Digo la regadera porque no había más que una.

Por todo ello, aquí se cumple aquello que se dice que no es más limpio el que más limpia, sino el que menos mancha.