Viajes a ninguna parte
H ay que ver lo que se echa de menos a aquellas personas que siempre suelen acudir a determinados acontecimientos sociales -y que salen en todas las fotos- cuando desaparecen de pronto. Es como si se los hubiese tragado la tierra, se marchan pero siempre vuelven contando aventuras de tierras lejanas a las que han acudido en busca de inspiración para llevar a cabo proyecto que, según ellos, podrían beneficiar a un colectivo. Lo malo de sus partidas es que se realizan en los momentos más inoportunos, y lejos de volver cuando se les requiere con urgencia -pongamos que por una catástrofe, tragedia o accidente- nunca pueden hacerlo. Es como si la Diosa Fortuna les ahorrara aquello de pasarlo mal con una serie de problemas que parecen importales un comino.
Actualizado:Además, a los viajes en los que se suelen enrolar (casi nunca por placer claro está, ya que en la mayoría de las ocasiones dejan su tierra apesadumbrados) lo suelen hacer acompañados y gracias a la generosa aportación de cientos de trabajadores que decidieron un buen día dejarlos sentarse en un cómodo sillón que existe en ese edificio al que solemos acudir en busca de asesoramiento, ayuda y comprensión. Sus aventuras luego dan que hablar y mucho, porque se repiten con demasiada frecuencia -en China, Berlín, Londres o Helsinki-. Y aunque aparenten estar indignados por los comentarios que se hacen desde distintos grupos (que sólo son unos envidiosos), en el fondo les encanta que hablen de ellos aunque sea mal, porque sino no se irían tanto por ahí.
Estas personas suelen asegurar tenerlo todo controlado, a pesar de que pasan más tiempo fuera de su casa que en ella y no se dan cuenta de que estos viajes, entre otras cosas, a la larga, sentarán mal a quienes que les dieron estos privilegios.