VUELTA AL COLE. Un niño junto a la verja de su colegio antes de empezar las clases / ÓSCAR CHAMORRO
Ciudadanos

Sobrevivir al primer día

El síndrome 'posvacacional' se extiende a los niños, uno de cada veinte se siente mal en la primera semana de clases

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Los niños son un reflejo de sus padres. Les copian los gestos, los gustos e incluso les cogen prestada la ropa para disfrazarse. Ahora parece que también les copian el síndrome posvacacional, que tan extendido está entre los españoles. Según la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc), entre el 5% y el 8% de los alumnos sufren molestias físicas y psíquicas en los primeros días de colegio. Una nuevo tipo de trauma que engloba fatiga, somnolencia, insomnio, falta de apetito, dolor de estómago, tristeza, decaimiento, irritabilidad, nerviosismo y dificultad para concentrarse.

Algunos profesionales consultados coinciden en afirmar que el síndrome posvacacional es «exagerado» para aplicarlo a los niños y prefieren hablar de «reacción ante un cambio brusco desde una situación sin responsabilidades a otra con niveles de exigencia». Tal es el caso de la doctora María Jesús Cerecedo, experta en salud mental de la sociedad que ha elaborado el informe. La facultativa aconseja en su página web que para los más pequeños inicien el horario escolar cuatro o cinco días antes de empezar el curso para hacer una adaptación progresiva al cambio de hábitos.

Para ello es preciso acostarse en los horarios habituales y ser prudentes con el tiempo dedicado a la siesta. Es bueno dejarse al menos dos días del final de las vacaciones como periodo de adaptación. En el caso de que sea posible, es aconsejable también regular progresivamente la intensidad de la actividad que se realiza en el trabajo. Hay que empezar el curso como un periodo vital en el que se pueden desarrollar nuevas tareas para el desarrollo personal.

Para afrontar no sólo el primer día, sino la primera semana es importante levantarse con tiempo suficiente para hacer un buen desayuno, porque junto a la falta de energía derivada de una alimentación insuficiente se hace aún más cuesta arriba la jornada escolar. Este hábito va de la mano de una regulación del horario de comidas, alterado durante las vacaciones.

Estrés infantil

Aún así, cuesta admitir que los niños sufren estrés y no se trata sólo de los primeros días de clase. A lo lago del curso se enfrentan a situaciones de enorme tensión, motivadas por el gran número de actividades extraescolares y la propia dinámica familiar de sus padres, en cuanto a horarios y lugares de trabajo. La doctora Concha de la Rosa, directora de la Unidad de Salud Mental Infanto-juvenil (Usmij) de Cádiz asegura que «los dolores de cabeza y abdominales son usuales entre los escolares que están sometidos a presión» y aconseja estar atentos.

En muchas ocasiones no se trata más que de un cuadro de estrés con fácil remedio, pero otras, «la sintomatología esconde trastornos más severos». Estas reacciones tienen mucho que ver con «la dificultad de los niños para decir cómo se sienten y lo manifiestan de esta forma», insiste De la Rosa. Afortunadamente desde hace unos años los educadores y orientadores están muy atentos a los cambios en los escolares, que no dudan en derivar al niño a una consulta especializada cuando detectan síntomas que no son normales. Aún así, la psiquiatra gaditana aconseja ser cautos y observar al niño. «Lo normal es que los síntomas duren un par de semanas en situaciones de estrés como la vuelta al colegio».

El nuevo curso se presenta como cada año, con llantos a la puerta de los centros y madres que se marchan preocupadas cuando sus hijos se quedan desconsolados. La pataleta es inevitable y suele ser más común entre los niños de tres años. Para suavizar este proceso es recomendable que los escolares se familiaricen poco a poco con el nuevo entorno.