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PINCHITOS MORUNOS

Triduo a San Cundi

En estos tiempos de tiesitud en los que todos estamos cada día más cortitos es cuando dicen que la fe gana más adeptos. Siguiendo esta línea estoy tratando de hacer todos los fines de semana un triduo y así voy a tres bares por lo menos y me tomo en cada uno una tapita. A veces, incluso, hago una solemne función principal y tras terminar el recorrido me tomo un dursesito en la pastelería que esté de guardia. Este sistema, basado en la mejor tradición católica, es mucho mejor para la salud de las carteras y desde el punto de vista del espíritu es como una visita a los sagrarios que se hacian el Jueves Santo.

JOSÉ MONFORTE
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El pasado domingo peregriné hasta Chipiona con el objetivo de conocer mundo... y bien que lo conocí. Allí en la Costa Oeste, muy cerquita de la playa, me llamaron la atención unas paneras. Uno siempre va buscando la señal de Dios que, para los que somos de comé, se manifiesta de las formas más insospechadas. A mí, aquella panera, cuadrada, metálica, como de los años 80 me hizo ver que no sé si Dios estaba cerca, pero una buena salsa seguro.

Pero a veces el Todopoderoso no sólo te da un signo, sino un encadenamiento de signos, porque en el interior de la panera metálica de los años 80 se encontraba una especie panaera muy apreciada y, lamentablemente, casi en extensión. Hablo del cundi de a cuarto. Para las personas ignotas en materia panaera aclararé que el cundi es un pan blanquito, como si le hubiera dado poco el sol y que en el interior de su corteza, más dura y contundente que la del viena, contiene una miga más dura y más consistente lo que lo hace más adecuado para mojar en salsa. El cundi es una especie de transición entre la telera de Medina y el urbano pan de viena.

Si un bar o restaurante tiene el buen gusto de ponerte un cundi como pan, nunca dejen de entrar. Así que entré en La Pañoleta, todo un clásico de Chipiona y me situé en la barra. Recomendaban, a pesar de la caló, la berza chipionera y... no vea cómo estaba la berza. Era de acelgas y cuando tú metías el trocito de cundi en la salsa, que era así como de cremita, aquello formaba una unión temporal de empresas y te hacía entrar en el Paraíso. Pero preso de la gula, que es un pecado que me afecta, caí en el pecado de pedirme otra tapita de urta a la roteña y ya aquí el cundisito y la salsa se unieron en santo matrimonio bendecido por un poquito de brandy de Jerez que me parece a mí que tenía la salsita. Ante estos acontecimientos el hombre moderno sólo puede tomar una actitud: Viva la berza, viva la urta, Viva La Pañoleta y gracias al cundi de a cuarto, que las baguetes no terminen contigo.