Nostalgia de Alcances

os aniversarios son una celebración de la nostalgia, pero tienen otro enorme peligro, que es el de la comparación. Para prueba, estos 40 años de Alcances, que el Ayuntamiento celebra ahora como un logro sin advertir cuánto lastima recobrar la imagen de lo que fue y ver en qué ha quedado aquella cita cultural de los septiembres gaditanos, cómo se ha dilapidado la herencia del público entendido que se creó año a año y que, por ejemplo, oyó hablar de Aki Kaurismäki mucho antes que en cualquier otro punto de España. Nada de eso queda ya y más que una fiesta, el cumpleaños me parece un duelo. No sólo por la juventud perdida, ay, las risas, las noches de tertulia en el Bar Andalucía o las ingenuas ganas de comprender películas en blanco y negro rodadas en checo y subtituladas en alemán, aquellas de las que se salía en un «Uuuuu», por no saber siquiera si había gustado o no. También por una programación cultural de vanguardia, de riesgo, que se fue para no volver. Pero, sobre todo, por Fernando Quiñones. A diez años de su muerte, que se cumplirán este noviembre, la ausencia del escritor y fundador del certamen sigue doliendo a tantos como le quisimos. Si estuviera aquí, seguramente que habría tirado a la cabeza de alguno la caracola con el ojo del Che.