![](/cadiz/prensa/noticias/200809/14/fotos/067D7CA-CUL-P1_1.jpg)
El Cordobés, Salvador Vega y Pérez Mota salen a hombros en Ubrique
El torero de El Bosque corta tres orejas y un rabo a una noble corrida de Marqués de Domecq en la que destacaron tres toros aplaudidos en el arrastre
Actualizado: GuardarNada menos que nueve orejas y un rabo se cortaron ayer en la corrida celebrada en la plaza de toros de Ubrique. Y, aunque pudiera parecerlo con tan abultado marcador, no es que se desbordaran las exquisiteces toreras ni el más genuino tarro de las esencias se derramara sobre el albero serrano. Sólo pasó que saltaron a la arena seis toros muy nobles de Marqués de Domecq y que los matadores rubricaron sus faenas con certeras estocadas. Dos variantes, que cuando aparecen unidas en este tipo de escenarios, la salida a hombros de los protagonistas se puede dar por asegurada.
Dentro de las buenas condiciones de los astados, el lote menos apto para el lucimiento fue a parar a las manos del siempre animoso El Cordobés, que se topó con las pocas fuerzas y el escaso recorrido del que abrió plaza. Animal al que Manuel Díaz doblegó a base de dejar siempre la muleta en la cara y al que supo extraer algunos derechazos en redondo que destacaron por su temple y ligazón. Sin apreturas por el pitón izquierdo, por el que más humillaba la res, el trasteo resultó en su conjunto carente de ceñimiento e intensidad. Con el cuarto, que ya se le había parado en seco en el saludo capotero, planteó la pelea en los medios, donde no pudo superar las dificultades que le planteaba su corta acometida, por lo que pronto marchó al calor de la solanera para ejecutar su particular salto de la rana y varios pases de rodillas, que tanto entusiasmaron y enaltecieron al respetable.
Derrochó gusto y personalidad Salvador vega al estirarse con limpios delantales ante el bravo y noble segundo, al que quitó después con arrebatadas chicuelinas de manos bajas. Franela en mano, inició el trasteo con unos ayudados por bajo de mucho sabor torero. Pero la faena resultó un tanto epidérmica y carente de vibración pues, aunque los muletazos se sucedían con ortodoxo cite y correcto trazo, les faltaba ese punto de reunión y de mano baja que hubieran otorgado la profundidad a la obra que el buen toro demandaba. Volvió a destacar Vega con un mecido quite por verónicas al quinto, que poseyeron el empaque y el aroma de los excelentes capoteros. El animal se vino arriba en el último tercio, en el que regalaría nobleza en sus múltiples y humilladas embestidas. Celo y entrega derrochadas en el engaño, que el espada aprovechó para dibujar tandas de derechazos con aparente facilidad y mecánica ejecución, en una labor que destacó más por lo cuantitativo que por lo cualitativo.
Vecino de la cercana localidad de El Bosque, el joven Pérez Mota realizó el paseíllo en sustitución del lesionado Rivera Ordóñez y contó con la fortuna de enfrentarse a un primer enemigo que presentó una embestida boyante, larga y encendida. Al recio prólogo de estatuarios le sucedieron series de derechazos que brillaron por su temple, por su ligazón y su relajo. También la primera de naturales destacó por su hondura y mando. A partir de entonces, la faena descendió en intensidad, al empeñarse en acortar distancias y ahogar con premura la franca acometida de la res. Con la embestida rebrincada, breve e incómoda del sexto, Pérez Mota sólo pudo conducirla con elegancia y solvencia y hasta logró prolongarla con temple en lucidos pero intermitentes pasajes.